SOBRE LA HUELGA MUNDIAL DE MUJERES



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Desde hace ya varios años para el 8 de marzo distintas corrientes feministas han venido convocando marchas, movilizaciones y paros, denunciando la situación de la mujer; este año El Paro Internacional de Mujeres llama a marchar sin hombres, a marchar contra el capitalismo, al paro de las labores cotidianas y a no consumir los productos que mercantilizan la mujer; rechazando toda la campaña burguesa que comercializó ese día, reduciéndolo a los chocolates, flores y salidas, que a la postre la siguen degradando. En ese sentido son correctos estos llamados tratando de rescatar los orígenes de la fecha, pues al fin al cabo, el 8 de marzo tiene su raíz en la lucha de las mujeres obreras por exigir mejores condiciones; así mismo esas manifestaciones sirven para denunciar la terrible situación en que se encuentran las mujeres en el mundo.

El proletariado consciente respalda esas expresiones de lucha; sin embargo, considera equivocado el sesgo de clase pequeño burgués que tienen, por cuanto evaden el problema de fondo que originó la opresión de la mujer y, por tanto, las soluciones propuestas no lo resuelven.


La opresión de la mujer tuvo su origen cuando la humanidad se dividió en clases sociales a raíz de un hecho económico material y fue el surgimiento de la propiedad privada sobre los medios de producción. Este hecho revolucionó la sociedad y removió los cimientos de la forma de organización familiar; después de que la mujer era el ser más respetado, por ser la dadora de vida, y de tener la dirección de la sociedad, la familia se convirtió en una unidad individual cuyas responsabilidades quedaron en manos de la mujer únicamente, separada de la producción social; y esa misma condición de ser la dadora de vida que anteriormente le daba respeto, la transformó en una simple reproductora de hijos que pudieran, en las clases dominantes, heredar el excedente producto del trabajo ajeno, y en las clases trabajadoras, reemplazar a los viejos en la lucha diaria por hacer llegar el sustento a la familia.

La opresión de la mujer tiene su surgimiento en un asunto económico, aún no superado por la humanidad y de hecho causante del estancamiento que amenaza con su autodestrucción: la propiedad privada sobre los medios de producción. Hasta que no se resuelva esto, tanto la mujer, como la humanidad entera seguirán sometidas. En ese sentido, la lucha por derechos políticos y jurídicos sólo mejorará temporalmente algunas condiciones, mientras no sea abolido el sistema capitalista.
El paro internacional de mujeres presenta unas reivindicaciones muy justas, y de hecho se debe luchar por ellas; exigir a los Estados mejor atención en lo que tiene que ver con el feminicidio, mejores condiciones laborales, exigir respeto, y criticar todo hecho que disminuya, humille y discrimine a las mujeres, es correcto. Pero se equivocan al ubicar como causas de la situación de la mujer a los hombres, o a la falta de una legislación, o a la falta de derechos políticos, etc. porque estas son apenas las consecuencias del sistema basado en la propiedad privada.

El proletariado consciente considera que “¡La mujer y el trabajador tienen en común su condición de oprimidos!”, “¡La emancipación de las mujeres forma parte de la liberación del proletariado”, y la liberación del proletariado solo es posible con la abolición del sistema capitalista y por tanto de la propiedad privada. Solo en el socialismo los medios de producción serán socializados y como consecuencia la unidad familiar cambiará su estructura, el cuidado de los hijos y las labores domésticas nuevamente quedarán a cargo de la sociedad, ya no será una responsabilidad exclusiva de las mujeres lo cual es un cambio material, real; así mismo, con la mejora inmediata de la situación laboral de las mujeres, se les otorgará la condición de igualdad real frente a los hombres; así se facilitará su participación en la vida social y política como en la toma de decisiones.
El camino hacia la verdadera emancipación de la mujer está en su vinculación a la lucha por transformar las relaciones de producción actuales —en que un puñado se apropia de lo que produce la gran mayoría de la sociedad, y donde su moral se rige por la ganancia— a unas relaciones de cooperación y socialización donde lo que prime sea la conservación de la humanidad y esto incluye rescatar el valor de la mujer en la sociedad, y la conservación del planeta.

Por eso hoy hacemos el llamado a todas las mujeres en el mundo, a unirse con el proletariado para luchar contra el sistema capitalista, y al movimiento obrero a respaldar la lucha de las mujeres haciéndose eco de sus reivindicaciones particulares. Así lo resumían las obreras en la Proclama de lo que se conoció como Levantamiento de las Veinte Mil en Estados Unidos a principios del siglo pasado: “Queremos marchar al lado de hombres lúcidos pero no por fragilidad, ni por incapacidad, ni por cobardía, sino porque nos necesitamos los dos para construir precisamente, este mundo mejor”.

¡Por la Emancipación de la Mujer, Abajo el Capitalismo!

¡Mujeres como Esclavas, Nunca Más!

¡Viva la Mujer Combativa y Revolucionaria!

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