¡A CONQUISTAR LOS DERECHOS DE ORGANIZACIÓN Y HUELGA!
En los últimos meses, ha
resonado en los tribunales el contubernio entre los jueces y los enemigos del
pueblo. Entre otros, fueron absueltos o quedaron en libertad por vencimiento de
términos o por acogerse a la JEP, los parapolíticos Luis Alfredo Ramos ex
gobernador de Antioquia, Dilian Francisca Toro gobernadora del Valle del Cauca,
Santiago Uribe hermano de Álvaro Uribe y mecenas jefe del grupo paramilitar “los
doce apóstoles”... También salieron libres tenebrosos asesinos como el general
(r) Rito Alejo del Río comandante en 1995 de la Brigada XVIII del ejército y
cuartel de los paramilitares en Urabá, y el coronel (r) Robinson González del Río uno
de los jefes militares de las ejecuciones extra judiciales o “falsos positivos”
siendo Uribe presidente y Santos ministro de defensa… Fue exonerado de culpa el
corrupto ex gobernador de Santander Hugo Aguilar, y anulado el proceso
revocatorio de uno de los dueños de Transmilenio, el Alcalde Peñalosa…
Al mismo tiempo y así como desde hace años vienen siendo
declarados ilegales los paros de los trabajadores (Drumong, Fenoco, Salud…) hoy
también los tribunales en distintas instancias declararon ilegal la huelga de
los pilotos de ACDAC en Avianca y el paro de los trabajadores despedidos de
Aguas Bogotá, empresa pública liquidada por el Alcalde Peñalosa en la entrega del
gran negocio de las basuras en Bogotá a 5 monopolios para que se lucren en los
próximos 8 años.
No es una casualidad que sistemáticamente los tribunales
fallen en contra de los trabajadores y en favor de los enemigos del pueblo. Es
la revelación del carácter de clase de la justicia en el Estado de los
capitalistas, donde las leyes y los tribunales son instituciones estatales para
ejercer en el terreno jurídico la dictadura de los ricos sobre el pueblo. Así
como tampoco es una casualidad la intromisión de las fuerzas policiales en los
conflictos laborales, siempre para masacrar, reprimir, aporrear y encarcelar a
los trabajadores como lo hizo el Esmad contra las indefensas familias de los
obreros de Aguas Bogotá quienes sólo reclamaban el derecho al trabajo. Jamás
las fuerzas armadas del Estado han intervenido en un conflicto laboral para
reprimir a los empresarios y sus capataces, porque las FFMM son el pilar de las
instituciones estatales, encargado de ejercer en el terreno de la fuerza armada
la dictadura de los explotadores.
El despido de 107 pilotos de ACDAC —el 70% de la Asociación—
ha sido ejecutado no con la indiferencia del Ministerio del Trabajo como
algunos dicen, sino con su complacencia, permisividad y aprobación, porque este
ministerio, como los demás, es una institución del Estado, una institución para
ejercer en el terreno laboral la dictadura de los capitalistas, sin importar si
el ministro es de derecha o de “izquierda”, pues lo mismo hicieron no hace
mucho los Garzones y Clara López.
Que el Estado a través de sus leyes, tribunales y
ministerios, deje en libertad a los empresarios para perpetrar los despidos que
les venga en gana —en el caso de Avianca no solo de los huelguistas sino de
centenares de compañeros tercerizados, muchos de ellos lisiados por enfermedades
profesionales, lanzados al arroyo del hambre y el desempleo en retaliación por
haberse organizado en sindicatos que supuestamente están reconocidos por las
leyes— demuestra no solo la inexistencia real del derecho de huelga en
Colombia, sino de la prohibición real del derecho de organización, donde unas
son desconocidas de plano (caso de los compañeros de Aguas Bogotá y de los trabajadores
tercerizados de Avianca) y otras son objeto de un feroz ataque para diezmarlas,
aniquilarlas, desaparecerlas (caso de ACDAC) como lo hizo —según relato de Pablo
Biro, Secretario General de FESPLA y APLA— LAN otro gran holding aeronáutico,
en Chile en el año 2000, cuando fue destruida una organización sindical de
pilotos que luego duró 15 años para reconstituirse. Y principalmente, la llave
gobierno–jueces–empresarios, demuestra que en el capitalismo el Estado es un
instrumento de explotación, un instrumento para proteger y garantizar
exclusivamente los intereses de los dueños del capital. El Estado burgués no
está por encima de las clases, sino al servicio y en manos de las clases dominantes.
Los trabajadores luchan correctamente acudiendo a las vías
de hecho, a los bloqueos, paros y huelgas, no por loco deseo sino obligados por
los atropellos y vejámenes de los patrones, el gobierno y la policía. Tal fue
exactamente el caso de los pilotos de Avianca: después de varios años de exigir
sus peticiones por las vías del diálogo, la querella jurídica, la negociación
con los empresarios y el ministerio del trabajo, siendo burlados y sometidos a
tribunales de arbitramento que siempre desconocieron sus petitorios, los
pilotos se vieron obligados a tomar el camino de la huelga, la forma de lucha
que en lo laboral permite hablar de tú a tú entre trabajadores y capitalistas.
Con la huelga durante 51 días lucharon bien, se movilizaron,
sacaron el problema de las cuatro paredes de la empresa, mostraron que en el
poderoso holding Avianca, quienes con su trabajo le producen enormes ganancias,
reciben un trato humillante de persecución, de intensa explotación, de total
desconocimiento de los derechos laborales, no solo los pilotos sino peor aún,
los demás trabajadores en tierra, sometidos a la contratación por terceros, a
míseros salarios, y que sin hacer huelga también muchos fueron despedidos.
Por eso la huelga de los pilotos de Avianca, ganó el apoyo y
la solidaridad de varios sindicatos de la misma empresa y de otros sectores.
Pero también, esta huelga fue víctima de los grandes medios de comunicación
patrocinados por Avianca con millonarias publicidades, medios que se encargaron
de difundir la idea del “pobrecito” Efromovich tan “trabajador” y tan
“sufrido”, atacado por unos “opulentos” pilotos que “ganaban mucho sin trabajar
tanto”. La huelga en Avianca, se ganó el
odio y el ataque virulento de los demás empresarios y sus gremios, empezando
por los aeronáuticos, quienes consideraban ese, un mal ejemplo para los
trabajadores de sus propias empresas.
Hasta ahí, tales son las vicisitudes normales de toda
huelga: apoyo de los trabajadores y ataque de los explotadores y el gobierno.
Pero lo que no debiera ser normal, es la actitud de las centrales sindicales, principalmente
en silencio cómplice con los empresarios, y en el caso de la Cut directamente
relacionada con ACDAC, apenas con efímera presencia en algunas movilizaciones y
solo tímidos comunicados buscando siempre ayuda en las instituciones estatales
y no en la fuerza de los sindicatos.
Los trabajadores hacen bien al empuñar el arma de la huelga,
pero en este momento no cuentan con el respaldo del movimiento sindical cuyas
centrales están dirigidas por representantes embozados de los mismos
capitalistas, cuando no por abiertos dirigentes patronales. El compromiso de
estos dirigentes hoy no es con los trabajadores sino con la burguesía y todas
sus tramoyas como lo demuestran en la farsa electoral, dedicados a politiquear
y engañar a las bases con el espejismo democrático de las instituciones y leyes
de los capitalistas.
El hecho de que las huelgas ahora sean aisladas y golpeadas
por la ausencia de un movimiento sindical verdaderamente luchador y comprometido
con los problemas e intereses de clase de los trabajadores, no significa que no
se puedan hacer huelgas como lo predican los oportunistas politiqueros.
Significa que es completamente necesario reconquistar la independencia de clase
del movimiento sindical, ganarlo no solo para el apoyo a las luchas y huelgas
aisladas, sino para reconquistar el derecho real de organización y el derecho
real de huelga, que como lo demuestra la experiencia reciente, sólo existen en
el papel, y hacerlos valer exige la fuerza de la organización de hecho y la
fuerza de las huelgas de hecho.
Que no se alegren los politiqueros oportunistas por el
despido de los 107 pilotos de Avianca, despido que lejos de negar la necesidad
de las huelgas, confirma con más peso la urgencia de fortalecer la lucha
huelguística, ya no de una empresa sino de ramas enteras, única forma de
recuperar en la práctica ese derecho, de obligar a los patronos y al gobierno a
reconocer las organizaciones sindicales y sus exigencias, entre ellas, la
contratación directa e indefinida. Este despido masivo, ese sí ilegal,
arbitrario, hecho con odio burgués para escarmentar a los trabajadores, es
apenas la punta del témpano, conocido ampliamente por la importancia del
conflicto, pero es solo la muestra de la tragedia diaria, silenciosa y olvidada
de cientos y cientos los trabajadores despedidos al amparo de las leyes tan
veneradas por los dirigentes oportunistas.
No son las sanguijuelas
explotadoras quienes van a conceder de buena voluntad un alza en los salarios.
No son las instituciones estatales de los opresores las que de buen corazón van
a otorgar derechos a los oprimidos. No son los esclavistas dueños del capital
quienes van a liberar a los modernos esclavos asalariados que les producen la
ganancia. Ya lo decían, Martí el gran demócrata cubano “los derechos se toman, no se
piden; se arrancan no se mendigan”, y Marx el gran maestro del
proletariado internacional “la emancipación de la clase obrera, es obra
de la propia clase obrera”.
Así como los capitalistas
basan su poder económico en el poder político de su Estado, la fuerza de los
trabajadores está en su lucha y organización, independientes, sindicales y
políticas, con las cuales en un futuro también podrán basar su poder político en
un nuevo Estado que doblegue, reprima y expropie a los explotadores.
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