DOS CARAS DE LA MISMA DICTADURA DE CLASE EN BRASIL

Editorial



Jair Messias Bolsonaro ha sido ungido por las clases reaccionarias explotadoras para ser el jefe gobernante en su Estado de dictadura de clase en Brasil, luego de varios períodos de gobierno de la llamada “izquierda” liderados por el Partido de los Trabajadores.

Bolsonaro, militar de la reserva con rango de Capitán formado en la Academia Militar Las Águilas Negras, actualmente es Diputado de la Cámara y su vinculación al Congreso lleva más de 20 años, tiempo en el que se ha caracterizado por sus declaraciones homofóbicas, su claro odio a las mujeres, a los indígenas, a los negros y a las comunidades LBGTI, sus posturas anticomunistas, su defensa enfermiza de la religión en sus versiones más oscurantistas y reaccionarias, su defensa a la violencia militar y paramilitar y su odio visceral a las manifestaciones de protesta del pueblo.

Amante furibundo de los militares, siempre se ha declarado defensor de la sangrienta dictadura militar que gobernó a Brasil en el periodo 1964-1985 igualmente ha defendido públicamente a los asesinos Pinochet de Chile y Fujimori de Perú, quienes años después fueron condenados por sus crímenes en sus propios estados.

Algunas “perlas” que dejan ver la calaña de este individuo son: "Yo soy favorable a la tortura, tú lo sabes", “A través del voto, no va a cambiar nada en este país", “¡No hacen nada! Creo que ni para procrear sirven más" (sobre los afrodescendientes), “Yo dije que no iba a violarla a usted porque usted no se lo merece", “El hijo empieza a estar así medio gay, lleva una zurra y cambia su comportamiento", “Fueron cuatro hombres, con la quinta fallé y salió mujer" (acerca de sus hijos), “Si puedo no pagar impuestos, no pago", "No voy a combatir ni a discriminar, pero si veo a dos hombres besándose en la calle, les voy a pegar".  Este es el indio que viene a hablar aquí de reserva indígena. Él debía ir a comer pasto allí para mantener sus orígenes."… ¡Tal es el pensamiento del nuevo presidente del Brasil!


Sin duda, el gobierno que está listo para posesionarse representa a una de las facciones más reaccionarias, sanguinarias, asesinas y pro imperialistas que hay en ese país, lo que prevé una profundización más abierta y descarada de las políticas de explotación, opresión y violencia contra el pueblo, y subyugación de Brasil al imperialismo estadounidense.

Bajo los gobiernos de la llamada “izquierda” de Lula y Dilma Rousseff, el Estado también aplicó medidas contra los trabajadores maquillándolas con un ropaje pluralista, democrático, de bienestar para todos, con fraseología de “izquierda” y pretendiendo ganar la simpatía de la inmensa mayoría de la población. Pero el Estado en Brasil no dejó de ser lo que siempre ha sido y será, una máquina de dominación de una clase sobre otra, un aparato que se sostiene sobre el monopolio de las armas para defender en el capitalismo a los dueños de los medios de producción y legislar en beneficio de los bolsillos de los ricos. La presencia de tales gobiernos de “izquierda” no cambió esa naturaleza pues en el Estado burgués quienes manejan como titiriteros las políticas en todos los órdenes, son las clases reaccionarias que tienen el poder económico sobre los medios de producción.

Con la llegada a la presidencia de un cavernario como Bolsonaro, lo fundamental no cambia; sigue siendo para las masas, miseria, hambre, explotación, desempleo, persecución, asesinatos… Lo que cambia es la intensidad en algunos aspectos, y sobre todo la forma porque el gobierno de Bolsonaro será de dictadura más abierta, sin tanto tapujo, sin el adobo y anestesia con que la burguesía y los terratenientes utilizan a la “izquierda” reformista por períodos según sean sus necesidades. Ayer les abrazan y les dejan el gobierno por un tiempo; hoy les hacen sentir con todo rigor el poder del capital y al igual que a las masas, los convierten en objetivo militar y los encarcelan o asesinan. Esa es la trillada historia de la relación en el Estado burgués de la falsa izquierda y la derecha cuando los primeros aceptan y defienden el bombón de trapo de la “democracia” en general.

Eso explica por qué pueden darse esos cambios tan aparentemente drásticos en el gobierno, de una facción de supuesta izquierda a una de extrema derecha. Los años del gobierno lulista esencialmente nada bueno dejaron al servicio el pueblo, pues migajas no es lo que necesitan las masas que están hastiadas de tantos años de ignominia. Incluso ellos mismos, confabulados con grandes monopolios capitalistas y tan corruptos como éstos, quedaron en cueros, completamente desprestigiados frente a quienes engañados, pensaron que el viejo Estado dirigido por “gente de izquierda” podía cambiar de color y ponerse del lado de los trabajadores.

Para la burguesía, los terratenientes y los imperialistas, cambiar de gobierno es como cambiar de administrador en cualquier empresa; basta con que consideren que una forma de administrar sus negocios ya no da los resultados esperados y como por arte de magia sale una administración y se posesiona otra con nuevos planes y formas. Y claro, no puede descartarse la posibilidad de que una administración se tome muy a pecho su aparente poder y quiera salirse de la cadena de mando; sin titubeos los titiriteros tomarán las medidas que sean necesarias como fue el caso de la destitución de la señora Rousseff. ¿Cómo no recordar para estos casos, la suerte que corrió el sueño de remodelar el raído aparato estatal de la burguesía por parte de Allende en Chile en la década del 70 del siglo pasado?

Pero como la opresión genera resistencia, lo que se viene en Brasil es sin duda alguna también una agudización de la lucha de clases, un crecimiento vertiginoso de la lucha de las masas. El pueblo brasilero, los despreciados por el chafarote Bolsonaro han sido ejemplares en su capacidad de resistencia y su disposición para enfrentarse a las políticas del Estado, actitud que no se vio amilanada ni siquiera durante los anteriores gobiernos; en campos y ciudades, de forma espontánea o planificada, con marchas o asonadas poderosas, desarmados o en algunos casos con enfrentamientos muy violentos, con aleccionadores golpes a los esbirros del gobierno.

Lo que le aguarda al amenazante y reaccionario Bolsonaro no será un pueblo adormecido o temeroso; todo lo contrario, el pueblo de Brasil se alista para 4 años de duras batallas donde sabrán honrar a sus héroes caídos en tantas luchas contra la explotación, la opresión y la destrucción de la naturaleza. La fuerza de las organizaciones crecerá y con seguridad ahí estarán al frente los comunistas revolucionarios para cumplir su papel de luz que ilumine la lucha, que aísle al oportunismo y aproveche esta efervescencia para potenciar su papel de vanguardia de la lucha de masas contra las políticas del Estado y por avanzar en la lucha por la revolución proletaria en ese país.

Lo que le espera al gobierno de Bolsonaro no será la paz de su añorada dictadura, sino la guerra de las masas que a borbotones crecerá con cada una de sus medidas y declaraciones oscurantistas, homofóbicas y reaccionarias.

Comité de Dirección – Unión Obrera Comunista (mlm)

Noviembre 4 de 2018

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