SOLO UN NUEVO TIPO DE ESTADO PUEDE ACABAR LA CORRUPCIÓN



Los frecuentes escándalos de corrupción y el repudio general a esta lacra del Estado obligaron a los candidatos presidenciales a pronunciarse y a prometer medidas para evitarla; sin embargo sus propuestas no tendrán éxito porque acabarla no depende de los buenos deseos ya que es un mal propio del sistema capitalista.

Que el representante de los sectores más corruptos y bandidos de las clases dominantes como Iván Duque se haya convertido en enemigo acérrimo de la corrupción no deja duda de la demagogia politiquera para ganar incautos; que las huestes del bandidaje en el establo parlamentario se hayan puesto de acuerdo en los últimos días para darle curso a la consulta anticorrupción no deja duda que se trata de un truco electorero; que el candidato Gustavo Petro se comprometa en una cruzada anticorrupción solo expresa las buenas intenciones de la pequeña burguesía de remendar la podrida democracia burguesa poniéndole curas.

Todos los planes de lucha contra la corrupción, incluida la consulta aprobada recientemente por los mayores representantes de la corrupción (más de la mitad del Congreso investigada o vinculada a casos de corrupción), no pueden ser efectivos porque son demagogia o cuando más solo se proponen mitigar las consecuencias sin tocar las causas y la raíz de un problema creado por el apetito de la ganancia capitalista; el capital no tiene escrúpulos ni puede corregirse su naturaleza corrupta. ¡El capitalismo no puede combatir la corrupción porque la corrupción es el sistema!

El próximo presidente, sea Petro o Duque tendrá que pegar a la teta del Estado a sus colaboradores, familiares, amigos y financiadores de su campañas; los monopolios seguirán sobornando para conseguir contratos, a la vez que continuarán los desfalcos y las contrataciones fraudulentas en todos los entes estatales, incluso en los llamados entes de control.

La única forma de acabar con la corrupción es acabar con el sistema, empezando por destruir la máquina burocrático-militar del Estado burgués, encarnación de la corrupción; demolerlo con todo su ejército de burócratas y parlamentarios ladrones, con todos sus ministerios y fuerzas militares, con todo su aparato de jueces y carceleros, con todas las concesiones a los curas y pastores amamantados por el erario. A grandes males grandes remedios, dice el adagio popular, y el único gran remedio para acabar de raíz la corrupción es depositar en el pueblo el ejercicio directo del poder:

·    Asambleas populares legislativas y ejecutivas al mismo tiempo para acabar con los parlanchines corruptos del congreso.

·    Todos los funcionarios del Estado deben ser elegibles y removibles en cualquier momento. El que no sirva que no estorbe.

·    Todos los funcionarios estatales no deben ganar un salario mayor al de un trabajador común. Nadie tiene derecho a privilegio alguno.

·      Control directo de los funcionarios del Estado por el pueblo armado para garantizar el cumplimiento de sus decisiones.

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