UNA INSURRECCIÓN POPULAR SIN DIRECCIÓN REVOLUCIONARIA

A Propósito del 9 de Abril de 1948
Oleo “9 de Abril” del artista colombiano Alipio Jaramillo


Hoy se cumple el 70 aniversario de la insurrección popular conocida en Colombia como El Bogotazo, cuya experiencia sigue siendo fuente de aprendizaje, no solo en cuanto a la necesidad de un auténtico Partido Comunista para preparar y dirigir con acierto esta forma de la Guerra Popular que debe conducir al proletariado y al pueblo colombiano a la victoria sobre sus enemigos; sino además respecto a la necesidad de rechazar los cánticos pacifistas de los reformistas y oportunistas que hoy respaldan los acuerdos de la supuesta paz entre los jefes arrepentidos de las guerrillas y las clases dominantes colombianas.

El 9 de abril reafirmó el carácter reaccionario de toda la burguesía colombiana y su contubernio con los terratenientes e imperialistas; fue un mentís a los oportunistas que han soñado con una supuesta burguesía nacional antiimperialista y revolucionaria, y hoy, a pesar de los hechos históricos, esos jefes oportunistas como los del falso Partido Comunista Colombiano y del Moir hacen migas en sus coaliciones electoreras con los asesinos del pueblo, engañando una vez más a los trabajadores y distrayéndolos de su tarea histórica. El proletariado en alianza con el campesinado deberán derribar con la insurrección armada a las clases dominantes y para ello necesitan de un Partido Comunista Revolucionario, tarea central de los obreros conscientes e intelectuales revolucionarios.

Con tal motivo reproducimos un artículo publicado en el número 312 de Revolución Obrera en el año 2015 con el título 9 de abril de 1948: Insurrección Popular sin Dirección Revolucionaria.


El régimen conservador de Mariano Ospina Pérez, desde 1946 consolidó el poderío de los explotadores en el campo, impulsando el terrorismo de Estado en la zona cafetera con el propósito de expropiar violentamente a los campesinos que habitaban dichas tierras; así las masas llegan a las ciudades y el odio contra el régimen se acrecienta. En este contexto político estalla El Bogotazo del 9 de abril de 1948, insurrección de las masas armadas contra la violencia oficial. A partir de entonces se atiza la sanguinaria guerra del Estado contra el pueblo y la resistencia guerrillera de los campesinos. Fue una guerra con disfraz de lucha entre conservadores y liberales, pero en realidad, guerra reaccionaria contra el pueblo en disputa interburguesa por la renta extraordinaria de las tierras cafeteras y por satisfacer la demanda de fuerza de trabajo exigida por el auge industrial desde 1945. Esa guerra reaccionaria se extendió por 10 años más, hasta 1958, dejando a su paso 300 mil muertos y más de 2 millones de desplazados. Fue la época conocida vulgarmente como la “Violencia liberal conservadora”.


Gaitán, abogado liberal populista, aprovechando que el Partido Comunista Colombiano desnaturalizado por el oportunismo, se había convertido en el furgón de cola del Partido Liberal, logra canalizar el odio hacia el gobierno conservador. Fue la Marcha del Silencio, convocada por él, realizada el 7 de febrero de 1948, lo que hizo reaccionar al régimen conservador. El propósito del caudillo no era convocar a las masas frente al palacio presidencial para lanzarlas contra éste, pero sin embargo lo asesinan por ser una amenaza de un eventual levantamiento popular, pues un populista que orientaba un silencio hoy, mañana podía jugar con la indignación del pueblo.

Lo que no quiso Gaitán en vida, lo pudo la indignación que generó su asesinato a manos del régimen. Las masas inmediatamente entendieron este hecho como un desafío, ante lo cual se desató la insurrección más radical que ha conocido la historia de Colombia. Un levantamiento que inició con la captura del supuesto asesino material. Las masas enfurecidas lo golpearon y lincharon hasta causarle la muerte, arrastraron el cuerpo, lo escupieron, pretendieron pasarle el tranvía por encima. Seguidamente miles de personas se embarcaron desde sus barrios al centro de la ciudad en lo primero que encontraron, y con machetes, tubos, armas de corto alcance, piedras, ladrillos, vigas, garrotes, etc., comenzó una fiera lucha campal que se dirigía incontenible hacia el palacio presidencial por la cabeza del presidente… La lucha de barricadas acompañó el avance: cojines, madera, muebles sirvieron para iniciar los bloqueos con hogueras y cercar con fuego el Palacio de Nariño.
En menos de una hora, los insurrectos ya estaban a las puertas de su objetivo, y enfrentados con escasos veinte nueve efectivos que al momento custodiaban como parte de la guardia presidencial, toman la iniciativa, alcanzan a romper un cerrojo de la puerta para llegar a la guarida de Ospina Pérez, pero sin dirección y sin vanguardia organizada no coronan su objetivo de entrar por el trofeo de esta revolución espontánea; ni logran atrincherarse y proveerse de armamento pesado, para iniciar una contraofensiva.

La insurrección sin dirección sigue su extensión, pese a que se estanca en la presidencia. La masa estaba decidida a acabar con el orden existente: “atacaban a la policía que estaba en guardia, los apedreaban, los despojaban de sus armas. Llenaban de piedras los carros recolectores de basura, se aprovisionaban de gasolina en galones para incendiar los edificios del centro.”1 Sin embargo no hubo como encauzar toda la ira del movimiento a la destrucción del Estado; la indignación se desvió a atacar todo aquello que sonara a vulgar conservador.

En adelante, la insurrección no siguió avanzando, empezó a degenerar en incendios y saqueos y dio tiempo al ejército para tomar posiciones y contraatacar. Mientras tanto la dirección del Partido Comunista Colombiano en Bogotá lanza una orientación absurda por medio de su secretario de organización, solo explicable en el interés de alejar al Partido del “peligro” de la insurrección, de la furia de las masas: “¡ir a los barrios a hacer mítines!”, cuando las masas de los barrios obreros ya estaban insurrectas en el centro de la ciudad.

Por su parte las fuerzas de la reacción se dividen en medio de la revuelta: los policías de base y algunos mandos medios se pasan al lado de los insurrectos, mientras tanto los curas jesuitas del San Bartolomé, que predican la caridad y amor al prójimo, ¡comienzan a disparar sobre las masas sublevadas! desde la torre de la iglesia de San Ignacio (contigua al palacio presidencial), evitando que los insurrectos coronen por fin su objetivo.

En cuatro horas el terrorífico régimen conservador de Mariano Ospina Pérez cayó hecho trizas. Sólo faltaba el golpe de gracia, pero sin dirección revolucionaria no puede pasar otra cosa que dar tiempo a que la reacción recupere la iniciativa y dé el golpe de gracia a los insurrectos, y así pasó.
Los tanques del ejército entraron al centro de la ciudad, uno de ellos izando bandera blanca. Las masas con ingenuidad y confundidas pensaron que venían por la cabeza de Ospina, pero una vez en la Plaza de Bolívar inició el tiroteo contra el pueblo alzado en armas.

Importantísimas lecciones dejó esta experiencia, algunas de ellas:
  1. La organización de las masas y la organización de una vanguardia obrera revolucionaria es decisiva para hacer triunfar los levantamientos populares. Gaitán estaba en contra de ello y por esto su máxima era “el movimiento soy yo”, y era cierto, él era el movimiento; nunca quiso hacer una organización porque no le interesaba la revolución. Por su parte el Partido Comunista ya estaba contaminado en su dirección por la ideología burguesa, por lo que no pudo cumplir su misión histórica. Al momento del levantamiento, el Partido Comunista, dependiente de la ideología burguesa, marchaba atrás de la dirección del movimiento, rezagado en su deber revolucionario, tanto que la insurrección cogió almorzando a los dirigentes del partido de aquel entonces.
  2. El movimiento obrero sí tiene la fuerza social capaz de hacer una insurrección y coronar una Revolución Socialista en Colombia. Si así fue en 1948, ahora 67 años después la clase obrera es más capaz y numerosa. Las masas en Colombia han tenido un inagotable ímpetu revolucionario, pero carente de su vanguardia revolucionaria no han podido encausarla hacia el triunfo de la Revolución. Se requiere un verdadero Partido Comunista Revolucionario.
  3. Los permanentes estallidos que se presentan en la sociedad Colombiana entre explotados y explotadores, oprimidos y opresores son un indicativo de lo caldeadas que se encuentran las contradicciones de clase. Y la forma más efectiva de canalizar este potencial es preparar un buen contingente de agitadores profesionales entre los obreros y revolucionarios (a los que le teme la burguesía como el diablo a la cruz y persiguen sin descanso los organismos represivos), que actuando como auténticos tribunos populares orienten al movimiento en sus impredecibles estallidos hacia el combate y destrucción del Estado burgués.
Son enormes las lecciones de la insurrección de 1948 conocida como “El Bogotazo”, sin embargo los reformistas quieren ayudar a la burguesía para hacer de esta fecha una bandera de la reconciliación de clases, de perdón a los expropiadores; cuando fue todo lo contrario: un ejemplo de que la clase obrera y las masas populares son capaces y deben derrocar a sus opresores, y destruir el Estado que los sostiene.

Esta fecha es un motivo para agitar que es imposible alcanzar una verdadera paz para el pueblo en Colombia sin una insurrección popular contra el poder de los capitalistas, que la clase obrera no debe claudicar jamás ante el poder de la burguesía; que es el odio a los explotadores, no la conciliación con ellos, la justa respuesta a los crímenes que cometen; que contrario al desarme de los brazos y las mentes de los de abajo para obligarse a reconocer el monopolio de las armas en manos de los ejércitos de los explotadores, la clase obrera y sus aliados campesinos necesitan de la lucha armada como forma superior de la lucha política, para poder derrotar a sus enemigos.

Mientras los capitalistas sigan gobernando, la guerra reaccionaria será la constante contra el pueblo. El reformismo ayuda a esta dominación de clase al difundir que las masas acepten la dominación de los reaccionarios, es un aliado de su poderío y un enemigo del pueblo.

¡EL CAPITALISMO ESTÁ EN CRISIS! ¡VIVA EL SOCIALISMO!

¡ABAJO LA CONCILIACIÓN Y CONCERTACIÓN DE CLASES! ¡VIVA LA LUCHA REVOLUCIONARIA DEL PUEBLO!

¡ABAJO EL PODRIDO ESTADO BURGUÉS! ¡VIVA EL FUTURO ESTADO DE OBREROS Y CAMPESINOS!

1 Arturo Alape, El Bogotazo

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