EL CRETINISMO ELECTORAL Y LAS ILUSIONES CONSTITUCIONALES DE LOS TROTSKISTAS (PST)
El 21 de marzo pasado el Partido Socialista de
los Trabajadores – PST de orientación trotskista publicó una “Carta abierta
a Gustavo Petro y a las bases de la Colombia Humana”. Allí expone sus ideas
y apreciaciones para aconsejarle a ese candidato que “llame a los sectores
de izquierda del Polo, de los Verdes si los hay, y, sobre todo, a los
trabajadores y sus organizaciones sindicales y a la izquierda que no tiene
representación parlamentaria a conformar un frente de los trabajadores y la
izquierda...” al que le propone levantar un programa demócrata burgués
reformista.
Si se desmenuza el documento, se encuentra que,
como todo en el trotskismo, está lleno de ideas que se contradicen entre sí, de
puntos de vista que van de un polo a otro y de “buenos consejos y
recomendaciones” para prolongar la agonía del sistema. El documento es una
muestra del ya conocido centrismo trotskista de quedar bien con todo el mundo,
que a la postre se opone a la orientación revolucionaria y ensombrece, eso sí,
la conciencia de los trabajadores. Veamos aspectos característicos el
documento:
La parte introductoria describe una realidad
bien conocida por todo el pueblo colombiano, acerca del próximo parlamento y su
carácter antipopular, de la rebaja de salarios y la persecución de la que va a
ser víctima al movimiento obrero desde ese establo. Seguidamente trae las
cifras de la farsa del 11 de marzo y le es imposible evadir el fenómeno
político más importante de ella: la abstención. Que muy a pesar del PST (promotor
del voto en blanco en contra de los revolucionarios que llamaron a no votar) la
realidad demostró nuevamente la tendencia de la gran mayoría del pueblo
colombiano que no vota, porque aprendió por experiencia propia que el Estado de
los ricos es ajeno a sus intereses vitales.
Los mismos datos arrojados sobre las elecciones
de marzo confirman la verdad respecto a la abstención; pero trotskistas al fin y al cabo, se
detienen allí e incapaces de retractarse sobre la errónea táctica del voto en
blanco, se aferran a su credulidad en la democracia burguesa y albergan la
añoranza pequeñoburguesa de que quizás se pueda hacer algo desde el Estado
burgués, la máquina de dominación de los explotadores. Por eso arbitrariamente
toman los votos en blanco –que son expresión del desprecio por los candidatos de
siempre pero también de reconocimiento y confianza en la democracia del Estado
reaccionario– los meten en el mismo saco con la abstención electoral y los
votos nulos (esos sí de rechazo a la institucionalidad burguesa) y los
presentan al público como expresión de la rebeldía popular. Se hacen los locos
frente a la denuncia del proletariado revolucionario a esa “táctica
inteligente” que solo ayuda a oscurecer el germen de conciencia reflejada en la
abstención y por tanto, contribuye a reforzar las ilusiones en las
instituciones de la dictadura burguesa, a legitimar la podredumbre estatal y a
oponerse a la táctica revolucionaria de transformar la abstención espontánea
del pueblo en acción revolucionaria consciente, que lleve al boicot electoral.
En resumen, la táctica del voto en blanco del PST blanquea el carácter falso,
amputado, hipócrita de clase de la democracia burguesa, y con ello contribuye a
prolongar la existencia del Estado burgués y la explotación asalariada del
trabajo.
Pero continuemos. Más adelante la carta dice:
“Candidato Gustavo Petro, el 11 de marzo su
candidatura se convirtió en una expresión del descontento. Esos 2.853.731 votos
depositados por usted, también hay que descontárselos a los partidos de la
burguesía y la llamada clase política tradicional. Estamos convencidos de que
muchos trabajadores se han hecho la ilusión de que usted y su movimiento son
una opción de cambio y sienten como una necesidad la unidad de la izquierda
para enfrentar a los candidatos del establecimiento en las presidenciales.”
Este párrafo encierra el quid del punto de
vista contradictorio y errático del PST, de su cretinismo electoral que lo
lleva a echar arena a los ojos de los proletarios y las masas populares. Toda
su cháchara, su llamado a votar en blanco y su ruego a Petro se reduce a la consideración
oportunista de que a falta de un “candidato obrero”, y mientras aparece alguno,
“llamemos a la gente a votar en blanco para no dañar las esperanzas y el poder
del futuro ‘candidato obrero’”. ¡Qué actitud más estúpida y cretina para el
amplio movimiento obrero que comienza a dar brotes de pasar de la abstención al
boicot electoral!
Por eso, mientras están a la espera, alguno se
levanta de improvisto y exclama: “¡Quizás Gustavo Petro!”, se agitan y hacen
preparativos, levantan un recuadro y le ruegan al santo que enmiende sus
errores de acudir a los partidos de la burguesía y mejor acudan a ellos, a la
“izquierda” y a los sindicatos (como si la CUT ya no estuviera en esas). Es
cierto que una parte de los votos de Petro son una muestra de descontento
frente a cavernarios como Uribe y su pandilla, pero en el mejor de los casos,
es gente equivocada y engañada por la propaganda reformista. ¿Acaso no son
también burgueses quienes financian la campaña de Petro?, ¿Acaso ignoran que
sus patrocinadores han sido grandes monopolios como Colpatria, Rock Ar
Ingenieria EU, WLS. SMG, Pilastro Ingeniería y Construcción SAS, Tribeca Asset
Management SAS y Tramsar SAS?
A la gente todavía engañada es precisamente a
la que hay que educar en el carácter reaccionario del Estado y en la farsa de
las elecciones para elevar su conciencia política, sumarla a la mayoría que no
vota y conducirla por la senda de la lucha revolucionaria, del boicot electoral,
hacia la tarea histórica de sepultar el Estado burgués, terrateniente y
proimperialista mediante la revolución. Incluso para la pequeña burguesía que
aún abriga ilusiones en el capitalismo y en las instituciones que garantizan su
supervivencia, solo el futuro Estado de obreros y campesinos puede garantizar
sus intereses vitales, culturales y democráticos. Pero los trotskistas actúan
al revés, se arrastran al camino reformista sembrando ilusiones reaccionarias,
tiran el movimiento hacia atrás y caen en el campo burgués.
El documento sigue y de nuevo dan una muestra
de maestría en malabarismo político:
“La experiencia histórica ha demostrado que
con las elecciones no se llega al poder. La burguesía se hizo al poder
inicialmente desplazando, mediante revoluciones, a la aristocracia feudal y
haciéndose dueña de los medios de producción... La clase trabajadora no podrá
llegar al poder si no es mediante una revolución. Algunos partidos que se dicen
de izquierda, socialdemócratas o comunistas, engañan deliberadamente a los
trabajadores diciéndoles que mediante el voto pueden llegar al poder, pero
saben que con ese apoyo solo pueden llegar al gobierno y una vez allí se
convierten en simples administradores de los negocios de la burguesía. Si lo
hacen bien, les otorgaran algunos galardones y hasta pueden hacerse a un
capital para ellos y sus círculos más cercanos. Esta es la triste historia
reciente de muchos países de América Latina a los que en décadas pasadas les
prometieron cambios a nombre de propuestas alternativas, en las que se incluyen
el “socialismo del siglo XXI” y la Tercera Vía. Fue lo mismo en países como
Portugal y Grecia. El balance es desastroso, y para la muestra está Venezuela.”
Que admirable, sobria, magistral y digna
interpretación de un partido que se autodenomina de los trabajadores; sin
embargo es un “saludo a la bandera” y una declaración hipócrita ¿Por qué,
entonces, persiste en empujar a los obreros al engaño? ¿Por qué apoyar a Petro
un declarado anticomunista, un defensor a ultranza de la propiedad privada y la
explotación asalariada? Porque en el fondo el trotskismo no es más que otra
expresión del cretinismo electoral y de la fe supersticiosa de la pequeña
burguesía en el Estado de los explotadores.
Y no son exageraciones, en el documento el PST
hace una propuesta de programa del susodicho frente; algo que según ellos
debería hacer el gobierno de Petro, veamos lo que proponen:
“Ese frente de los trabajadores y los pobres
es el que puede levantar un programa que tenga como mínimo los siguientes
objetivos: ruptura de todos los pactos económicos, políticos y militares que
subordinan a Colombia a los dictados del imperialismo, y la más firme
solidaridad con los pueblos que luchan por su liberación nacional y social;
nacionalización sin indemnización de todos los recursos naturales y de las
transnacionales y las empresas privatizadas; garantía de trabajo para todos,
promoviendo un gran plan de obras públicas que tenga la vivienda de interés
social, la educación y la salud como prioridades, financiado con los dineros de
la deuda externa e interna con que se lucran bancos y entidades financieras;
aumento general de salarios del 50% para todos los trabajadores de más bajos
ingresos, con un salario mínimo equivalente al costo de la canasta básica; una
profunda reforma agraria que devuelva la tierra a los campesinos desplazados y
a las comunidades indígenas y negras, y siente las bases para una verdadera
solución del conflicto armado; castigo a los responsables de las masacres y la
persecución al movimiento sindical y popular, con la disolución de todos los
grupos paramilitares; solución soberana al problema del narcotráfico, empezando
por la legalización de los cultivos y las suspensión de las fumigaciones;
plenas libertades democráticas que garanticen a todos los partidos y
organizaciones sindicales y populares el ejercicio del derecho a la protesta,
la movilización, la huelga y la participación electoral. Derogatoria de la Ley
100, de la Ley 50 y de todas aquellas que durante el gobierno de Uribe le
quitaron a los trabajadores las horas extras, los recargos nocturnos, festivos
y dominicales, para que les sean devueltos los derechos más elementales a la
clase obrera y los trabajadores acabando con la nefasta tercerización.”
Qué magnífica exposición del reformismo burgués
de los países vecinos acaban de traer a Colombia los señores del PST. Como se
ve, no solo se hacen ilusiones en que Petro acogerá su “programa” y en los
hechos, por encima de la palabrería sobre la revolución, terminan abrazando de
lleno el reformismo vil y curandero del oportunismo y del reformismo en
general. Las masas son capaces de conquistar ese programa sin la maraña de
“odiseas” reformistas que plantean. En el pasado ya lo han hecho sin perder su
independencia y por el camino revolucionario, sin participar en las elecciones
sino a través de la lucha política directa de las masas —huelgas políticas de masas—;
solo para refrescarles la memoria recordemos el memorable Paro Cívico Nacional
del año 1977, donde con un solo día de paro el pueblo conquistó sus
reivindicaciones inmediatas, frenó la tentativa de privatizar la salud, de
imponer el salario integral y el terrorismo de Estado. Toda la tendencia actual
del movimiento de las masas apunta a un estallido popular, a una gran Huelga
Política de Masas más poderosa que la de 1977 y hacia allí deben dirigirse los
esfuerzos de los revolucionarios y no clamando a un candidato representante del
orden burgués como Petro que ni siquiera respaldará el miserable programa
reformista del trotskismo.
Y ahí no paran los ejercicios intelectualoides
de los trotskistas. Llegan al colmo de la estupidez en sus elucubraciones
constitucionales burguesas:
“Candidato Petro, si usted gana la presidencia
tendrá dos opciones: enfrentar a un Congreso mayoritariamente burgués y de
derecha que va a bloquear sus proyectos, o convocar una Asamblea Nacional
Constituyente amplia, libre, democrática, soberana y contra las maquinarias,
que discuta y apruebe un programa como el que proponemos, y que llame a los
trabajadores y a la población a organizarse en comités de base para
defenderlo”.
Qué tontería oportunista de un grupo que dice
llamarse partido de los trabajadores pero que “olvida” dónde se encuentra la
base que sostiene el Estado burgués: las fuerzas militares. Cuánta fe
supersticiosa en el Estado de los explotadores para aconsejarle a un
representante de la burguesía y a las masas populares la idiotez de una
Asamblea Nacional Constituyente que no pasará de ser burguesa y reaccionaria
porque en ella las clases dominantes (burgueses y terratenientes pro
imperialistas) podrán imponer la mayoría mientras tengan el poder económico
defendido a sangre y fuego por sus fuerzas militares y paramilitares. Esa
“inteligente” táctica de los señores trotskistas, esa creencia en que bajo el
poder del capital puede existir democracia, ese sueño pequeñoburgués y
oportunista de lograr la mayoría en el gobierno de los capitalistas, esas
ilusiones constitucionales, solo pueden conducir a la masacre, como demuestra
la triste historia de Indonesia en 1965 y de Chile en 1973.
Pero basta ya. Todo el hilo conductor de la
propuesta trotskista es puro oportunismo y reformismo adornado con frases
revolucionarias. Su política oscurece la conciencia de los trabajadores sobre
sus objetivos y métodos de lucha. De ahí que sea un deber del proletariado
revolucionario denunciar su engaño oportunista, apoyar la conducta
abstencionista del pueblo en su mayoría, llamarlo a mantenerse firme en esa
posición política en lo que resta de la farsa electoral burguesa, a la vez que persistir
en la lucha por edificar un Partido de nuevo tipo, revolucionario hasta el
final, que sea capaz de conducir a las masas al poder de forma real mediante la
revolución violenta que destruya todo el orden existente, y las enseñe a
defender su nuevo poder incansablemente hasta cumplir con la dorada meta del
comunismo.
¡CONTRA LA FARSA
ELECTORAL Y LA PAZ MENTIROSA DE LOS RICOS! ¡NO VOTAR, UNIR Y GENERALIZAR LA
LUCHA OBRERA, CAMPESINA Y POPULAR!
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