EN EL 90 ANIVERSARIO DE LA MASACRE DE LAS BANANERAS


El 5 y 6 de diciembre se cumplen 90 años de la masacre de las Bananeras, es decir, de una masacre ocurrida en 1928 en el municipio de Ciénaga, Magdalena. Allá los trabajadores de la multinacional yanqui United Fruit Company entraron en huelga para exigir mejoras salariales y condiciones de vida. Los obreros vivían en la penuria y miseria, cabe resaltar que aquellos no eran semiproletarios agrícolas con un pedazo de tierra que los atara a ella, quienes laboraban en las plantaciones de banano de manera fluctuante, no; estos eran proletarios modernos quienes no disponían nada más salvo su fuerza de trabajo (sus manos). Esa clase de obreros modernos, que fue engrosada por personas de distintas regiones del país, llegó a sumar una fuerza de más de 25000 personas. Dicha fuerza social de proletarios modernos y de semiproletarios agrícolas en menor proporción, experimentaron en carne propia la explotación más cruel y salvaje de la multinacional imperialista, por sí mismos comprendieron que a pesar de quebrarse el espinazo en jornadas extensas de trabajo, literalmente de domingo a domingo, su miseria iba en aumento, sumado a las condiciones salubres miserables (tuberculosis, paludismo, el parasitismo intestinal de toda especie, la gastroenteritis infantil, y las enfermedades venéreas), hacían difícil la vida de los obreros a tal punto de que era casi imposible encontrar ancianos bananeros. La realidad misma obligó a los obreros a organizarse para luchar para salir de aquel infierno. En ese punto los bananeros pasaron por encima de la ley burguesa de prohibición de los sindicatos y crearon un sindicato y declararon la huelga para el 6 de octubre de 1928, una asamblea de la Unión Sindical de Trabajadores del Magdalena, en Ciénaga, aprobó unánimemente el pliego. Solicitaron a la United Fruit Company y a los productores nacionales la siguiente petición:
  1. Seguro colectivo obligatorio
  2. Reparación por accidentes de trabajo
  3. Habitaciones higiénicas y descanso dominical
  4. Aumento en 50% de los jornales de los empleados que ganaban menos de 100 pesos mensuales
  5. Supresión de los comisariatos
  6. Cesación de préstamos por medio de vales
  7. Pago semanal
  8. Abolición del sistema de contratista
  9. Mejor servicio hospitalario.
Como vemos el pliego no fue una cosa del otro mundo, pero los imperialistas de la compañía bananera y el gobierno local hicieron lo imposible por evitar que la huelga estallara, combinando todos los métodos sucios y abyectos, desde el terror policial, hasta el soborno. Cuando fue inevitable la huelga, la compañía acudió a los rompehuelgistas y esquiroles para continuar la recolección y distribución del banano. A pesar de aquello la simpatía por la huelga creció y toda la población de la región y otros sindicatos se sumaron a ella. Así para la noche del 11 de noviembre el Comité Ejecutivo de la Unión Sindical, el Comité Negociador y los representantes de 63 fincas se reunieron en la casa de Cristian Vengal en Ciénaga un dirigente de la Federación de Trabajadores del Ferrocarril, su casa se convirtió en sede del comité ejecutivo de la Unión Sindical durante la huelga. Lo que salió de aquella reunión fue un radical llamamiento que se distribuyó en un cartel donde se explicaba la decisión de la asamblea:
Los obreros de la zona bananera están dentro de la ley. No hay una sola disposición que venga a impedir el hecho de la huelga […] La United Fruit Company no cumple una sola de las leyes de Colombia referentes a los tratos y contratos con los trabajadores, declarándose en abierta rebeldía, como lo han pretendido hacer muchas otras compañías extranjeras, como la que pretendía apoderarse de las ricas regiones del Catatumbo, en Santander, para […] formar una república petrolera […] Esta huelga es el fruto del dolor de miles de trabajadores explotados y humillados día y noche por la compañía y sus agentes. Ésta es la prueba que hacen los trabajadores en Colombia para saber si el gobierno nacional está con los hijos del país, en su clase proletaria, o contra ella y en beneficio exclusivo del capitalismo norteamericano y sus sistemas imperialistas. Vamos todos a la huelga. El lema de esta cruzada debe ser Por el obrero y por Colombia.
Sin embargo, la reacción contestó con un plan macabro y abyecto, ideo un crimen que buscaba exterminar y masacrar a todos los huelguistas, aplacar la justa rebelión de los trabajadores con ríos de sangre. En tal plan macabro participaron activamente las fuerzas militares y el Estado colombiano, bajo la tutela de los imperialistas norteamericanos quienes presionaron para que se realizara la hecatombe de una forma implacable. El general Carlos Cortés Vargas se desplazó con tres batallones desde Barranquilla. La noche del 5 de diciembre el General Cortés Vargas se reunió con los agentes de la Compañía para festejar la futura matanza y se emborracharon hasta la media noche, luego reunió a los soldados y se dirigió a la plaza de Ciénaga donde se encontraba congregada la masa de huelguistas en actitud pacífica. Cortés Vargas leyó el decreto sobre el estado de sitio y sin esperar un minuto dio la orden de ¡Abrir Fuego! Ya el Ejército había emplazado varias ametralladoras de gran calibre en varios sitios, ubicadas de tal forma que rodeaban estratégicamente la plaza. Por 5 minutos las ametralladoras dispararon en todas las direcciones asesinando en el acto a cientos de hombres, mujeres y niños, los ebrios soldados extasiados por la matanza, no vacilaron cuando el criminal General ordenó rematar a los heridos a bayoneta. Después de la matanza, los muertos fueron subidos a los vagones del tren y arrojados al mar.

La cifra de muertes varía mucho por la forma sistemática como actuó el Ejército colombiano para desaparecer los cadáveres, ya que fueron desaparecidos utilizando una gran logística, es decir con trenes y botes para tirarlos al mar, maquinaria perteneciente a la compañía bananera. Existe un consenso entre varios investigadores quienes defienden la idea de que las víctimas oscilan entre los 3000 a 5000 muertos, mientras que el gobierno solo reconoce 1800. Aquel dantesco crimen quedo impune, ninguno de sus perpetradores pago un solo día de cárcel.

La multinacional United Fruit Company siguió operando y explotando mano de obra en la región. En 1969 fue comprada por Zapata Corporation, una empresa relacionada con G.W. Bush —quien fuera presidente de los Estados Unidos y un reconocido asesino en masa del pueblo Iraqui— desde ese momento cambió su razón social por Chiquita Brands y aun hoy opera bajo ese nombre. Chiquita Brands fue sacudida por escándalos de nexo y financiación de los grupos paramilitares en el Urabá antioqueño entre 1997 y el 2004, de nuevo la compañía bananera se vio implicada cometiendo otro sin fin de crímenes en contra de las masas populares, solo por mencionar algunos hechos, los grupos paramilitares financiados por Chiquita Brands cometieron el homicidio de 4.335 personas entre 1995 y 2004 en Apartadó, Turbó, Chigorodó y Carepa. También la desaparición de 1.306 personas en ese mismo periodo de tiempo, el desplazamiento de 1.675 pobladores, la persecución y asesinatos de sindicalistas del sector bananero y hasta en el extermino de los militantes de la Unión Patriótica y el Partido Comunista Colombiano (mamerto), de nuevo la multinacional quedó exenta de cualquier sanción penal o administrativa.

La masacre de las Bananeras es una hecho imborrable en la historia; este fue el bautizo de fuego que la burguesía, terratenientes y los imperialista le propinaron a la clase obrera colombiana, y a pesar de que los bufones del establo parlamentario digan que la masacre de las bananeras fue una falsificación histórica de los comunistas, el proletariado revolucionario nunca se cansará de recordar a sus mártires y de señalarle al proletariado y campesinos pobres y a todas las nuevas generaciones de luchadores sociales quiénes fueron los autores de aquel horrendo crimen y quiénes son los que hoy se vanaglorian de sus riquezas a expensas del sudor, dolor y sufrimiento humano. Sí, son esos mismos los que se benefician del asesinato de miles de líderes sociales y del desplazamiento de millones de campesinos, son toda esa clase social agrupados y protegidos por este podrido sistema burgués-terrateniente, un sistema estrechamente ligado con el imperialismo norteamericano, reaccionario hasta la medula, un sistema que históricamente nunca vaciló en usar la violencia para defender los intereses de la minoría parasitaria, ni nunca vacilará en ahogar en sangre cualquier intento de justa rebelión del pueblo trabajador.

Los proletarios revolucionarios somos conscientes de esa situación y apretamos la mandíbula de ira revolucionaria por tener que soportar esa realidad, una realidad que por nuestra voluntad quisiéramos transformar inmediatamente, pero para eso debemos educar al pueblo sobre sus centenarios enemigos y elevarlo al punto para que él decida vencerlo. Solo un día así, los proletarios y campesinos vengaremos a nuestros queridos mártires del pasado, solo un día así, los obreros y campesinos instauraremos en nuestro país una nueva forma de organización social, nuestro sistema social en donde el látigo entre hombres, la explotación del hombre por el hombre, va a ser una cosa del pasado, y a ese nuevo orden social lo llamaremos socialismo.

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