SOLIDARIDAD INTERNACIONALISTA CON NUESTROS HERMANOS VENEZOLANOS



Un país, cualquiera que sea, bajo el gobierno que sea, de la tendencia política que sea y amparado con cualquier discurso o justificación; que registre un elevado índice de migración, tiene un gobierno que no le sirve a su pueblo, un gobierno que ha sido incapaz de resolver los problemas básicos de los trabajadores y que no merece seguir existiendo. Venezuela es uno de esos casos, y valga decir que no es el único, pues el mundo entero está plagado de ellos, toda vez que han sido puestos en la dirección del Estado precisamente para favorecer a los grandes emporios económicos que viven a expensas del hambre, la explotación de los trabajadores y la destrucción inmisericorde de la naturaleza.

El gobierno de Venezuela jamás ha sido un gobierno ni del pueblo ni para el pueblo, su máscara de gobierno “socialista” es una afrenta al verdadero socialismo que llenó de gloria y esperanza a los pueblos de la desaparecida Unión Soviética y de China, donde contrario a lo que sucede en Venezuela, las masas participaban activa y entusiastamente en la construcción de la sociedad socialista y donde el fenómeno de la migración jamás se presentó mientras el poder estuvo en manos de los obreros y los campesinos. En Venezuela, Chávez y ahora Nicolás Maduro, son lacayos representantes de facciones burguesas, que cabalgan sobre la miseria del pueblo, como ya lo venían haciendo los políticos que les precedieron en el poder, solamente que en una situación de crisis mayor por las contradicciones con sus competidores de las facciones de las clases dominantes y de los países imperialistas. 

Una gran crisis social se está viviendo en Venezuela, en todos los aspectos las masas trabajadoras pasan dificultades y la sociedad está literalmente dividida entre los que apoyan y los que se oponen al gobierno; y una de las consecuencias desastrosas ha sido la migración hacia Colombia, país mayoritariamente receptor de los venezolanos. Las cifras son inexactas, pero están por el lado de un millón los catalogados como migrantes que han llegado a territorio colombiano en busca de oportunidades, sobre todo de trabajo. El drama que viven la mayoría de ellos es realmente conmovedor, empezando por la separación obligada de las familias; según el último censo de venezolanos en Colombia, el promedio de miembros de un núcleo familiar es 1,7 lo que indica que en Venezuela han quedado, esposos, hijos, padres, etc. Ese es el primer golpe demoledor para quienes se han visto obligados a abandonar su lugar de origen en busca de oportunidades.

La condición de “ilegal” empeora su situación, en un mundo encadenado económicamente como una enorme fábrica donde los procesos de producción de la mayoría de bienes son realizados por partes en diversos países. Un total contrasentido que en un mundo que funciona como una enorme industria los obreros sean considerados como “extranjeros”, “ilegales”. Precisamente el desarrollo del sistema económico actual ha llevado a que en absolutamente todos los países, trabajen obreros de muchas nacionalidades y procedentes de muchos países, caso ilustrativo es por ejemplo Estados Unidos, donde el calificativo de “migrante” hoy justifica la enorme represión cuando allí trabajan personas de absolutamente todos los países de la tierra, siendo esta una de las condiciones de su desarrollo. Así como la burguesía tiene inversiones en muchos otros países distintos a su origen y no son para nada considerados “ilegales” la fuerza de trabajo tampoco debe ser estigmatizada por su lugar de nacimiento. Las fronteras nacionales han sido sobrepasadas y destruidas por el mismo sistema económico actual, y sólo son un lastre de sociedades económicas del pasado, mantenidas sólo para la conveniencia de las clases dueñas del poder.


Por su condición de no ser dueños de los medios de producción, no hay ninguna diferencia entre un obrero venezolano y uno colombiano, eso explica por qué la confraternidad entre los pueblos se expresa con aquellos que vienen de otros países y es lo que por naturaleza surge espontáneamente entre las masas, sean de donde sean. Pero con la llegada de nuestros hermanos venezolanos ha surgido una asquerosa campaña de propaganda soterrada que alimenta el odio y rechazo a su presencia. La xenofobia ha cogido fuerza y debe ser rechazada con contundencia, contrarrestándola con la confraternidad entre los pueblos y la solidaridad propias del carácter internacional del movimiento obrero y la unicidad de la lucha de los pueblos contra la explotación y la opresión en todas sus formas.

Es una gran mentira que la presencia de los hermanos venezolanos haya incrementado los índices de desempleo, la delincuencia, la prostitución, la rebaja de los salarios y tantas otras lacras propias del capitalismo. La migración no es un motivo de desmejora de las condiciones de los trabajadores, esa es una apreciación subjetiva y villanamente utilizada por el gobierno y los medios de comunicación para estimular el nacionalismo reaccionario y la xenofobia. Es repugnante como utilizan de manera “mágica” la información, llaman a la solidaridad con los venezolanos, cuando a renglón seguido exaltan los casos de delincuencia donde los protagonistas “son los venezolanos”, hablan de solidaridad con los venezolanos y a su lado “denuncian” los bajos salarios de los venezolanos que trabajan en Colombia; y así, manipulan la información para obligar —sin decirlo— a concluir que la presencia de los venezolanos en Colombia es perjudicial para los “nacionales”.

Los problemas sociales en todos los órdenes se presentan con “extranjeros” o sin ellos, y la injerencia de los migrantes, aun cuando sí presiona a la baja los salarios, es en realidad insignificante, ya que lo único que puede contrarrestar todas las porquerías de este este sistema y mejorar las condiciones de las masas es sin duda, la organización, movilización y lucha de los trabajadores. Volviendo al caso de los Estados Unidos, los migrantes en ese país están calculados en 44 millones de los 325 millones que son la población total en ese país; es decir, son el 13,5% de la población; una fuerza poderosa que en lugar de debilitar, fortalece no solo la economía, sino que potencia la fuerza social que lucha contra las políticas reaccionarias del gobierno de turno; son los migrantes la fuerza principal de todos los movimientos sociales y revolucionarios en las entrañas del imperialismo yanqui.

La tragedia que viven los migrantes está directamente relacionada con la estigmatización y la discriminación que encabezan y promueven los gobiernos tanto nacional como regional a donde han llegado; en lugar de ser acogidos como parte de la fuerza de trabajo que puede potenciar la economía, los han estigmatizado y les han cerrado las puertas como si fueran un estorbo; y no es ni culpa de los venezolanos, ni tampoco de alguna parte de las masas colombianas que por ignorancia o por confusión se han dejado enceguecer por la propaganda xenófoba, abierta o disimulada de los medios de comunicación y del gobierno.

Tal es el odio que se ha promovido entre pueblos, que los imperialistas yanquis han aprovechado su condición de país dominante sobre Colombia para convertirla en un trampolín para azuzar el odio y las amenazas contra Venezuela, a tal punto que con la vinculación a la OTAN, se viene orquestando una posible intervención militar contra el gobierno y el pueblo venezolano, una pretensión que debe ser denunciada y rechazada por las masas en Colombia ya que no se debe permitir que el gobierno arrodillado de turno obligue al pueblo a contribuir con una intervención militar en la región.

Lo que necesita Venezuela no es la caída de Maduro y la subida de otra facción de la rancia burguesía como se proponen los imperialistas estadounidenses y sus cómplices en la región; lo que necesita el pueblo de Venezuela es destruir el podrido Estado actual y lanzarse a la tarea histórica de construir un Estado gobernado directamente por obreros y campesinos. Lo que el pueblo venezolano necesita, no es que otros corruptos y sirvientes de las clases dominantes vengan a posar de salvadores para apoltronarse en el poder en nombre de la manoseada democracia; ya la burguesía ha demostrado hasta la saciedad que su Estado no le sirve a la humanidad, mientras que la experiencia de la construcción socialista en la Unión Soviética y China hasta 1956 y 1976 respectivamente ya dio contundentes muestras de lo que puede avanzar la humanidad y resolver con sentido práctico las necesidades de las masas; y es hora de que los obreros y campesinos retomen ese camino.

La hermandad entre los pueblos, debe ser lo que determine la actuación del pueblo colombiano para con sus hermanos venezolanos; pertenecemos a las mismas clases oprimidas y explotadas en todo el mundo, tenemos unos mismos intereses, unos comunes objetivos y unos mismos enemigos. El odio de las masas no puede ser contra otros pueblos, debe ser contra los explotadores y sus políticos que los defienden, sea de la nacionalidad o país que sea. El sufrimiento de las masas en cualquier parte del mundo es el sufrimiento de todas las masas, somos una fuerza, y debemos tener una sola lucha.

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