LA CRISIS CAPITALISTA NO DEPENDE DE LA VOLUNTAD POLÍTICA DE LOS GOBERNANTES


Entre los capitalistas colombianos hay un clima de optimismo por el retorno de la mafia uribista al Gobierno con el títere Iván Duque como presidente; según ellos, porque durante el Gobierno de Álvaro Uribe la economía estuvo mejor que ahora; lo cual no es más que un espejismo por cuanto la crisis económica tiene sus causas en la economía —valga la redundancia— no en la política de los gobernantes, si bien ésta sirve para alivianarla cargando su costo a los trabajadores, esto es, aumentando la superexplotación intensificando el trabajo, prolongando la jornada y rebajando el salario real mediante el aumento de precios e impuestos a los trabajadores. Además, por ser la economía colombiana parte de la economía mundial capitalista, sus crisis económicas son también expresión de las crisis económicas del capitalismo mundial.

En Colombia se reflejó la anterior crisis económica mundial de finales del siglo XX que aminoró a principios del presente, coincidiendo con el inicio del régimen de Uribe en el 2002 y volvió a arreciar en sus años finales, en la forma de una profunda crisis económica mundial que arranca desde el 2008 y aún no ha terminado.

Si además se tiene en cuenta el colchón que para la crisis económica en Colombia ha representado el lavado inusitado de dólares del narcotráfico invertidos en muchos sectores económicos como la producción petrolera, el comercio, el sistema financiero, etc. queda la falsa apariencia de que la economía prosperó por causa de las políticas de los gobernantes.

Durante de la presente crisis económica mundial en Colombia se ha aplicado la vieja doctrina de estimular la economía mediante el gasto presupuestario Estatal invirtiendo grandes capitales en la construcción de carreteras, puentes y viviendas, etc. brindando enormes ganancias a los monopolios del cemento y del acero, pero principalmente a los pulpos financieros, los mismos que figuran como motores de la economía pero sin poder resolver su crisis en la base productora de mercancías, pues se trata de una crisis por abundancia de productos, por superproducción.

Desde el 2016 se sintió más fuerte el estancamiento económico por la rebaja en los precios internacionales de la coca, el petróleo y el carbón, conllevando a que el presupuesto estatal se restringiera por la reducción de los impuestos recibidos, además bajó el crecimiento del sector de infraestructura, incrementando los despidos masivos de trabajadores del Estado y de la empresa privada.

En el 2017 los sectores de producción de psicotrópicos, petrolero y minero fueron los jalonadores de la economía, pero el resto de los sectores económicos registraron retroceso o estancamiento.

En lo que va corrido del 2018 el leve y lento crecimiento de la economía (2,2%) que reportan las cifras oficiales para el primer trimestre, no tiene como puntal la producción industrial cuyo crecimiento fue de -1,2% (levemente oxigenada en los meses siguientes por el aumento internacional del precio del petróleo y del carbón), sino que está soportado principalmente en el crecimiento del capital parásito financiero (6,1%), beneficiado por el blanqueo de capitales provenientes de la industria y comercio de sicotrópicos (los cultivos de coca se tasan hoy en 209 mil hectáreas), todo lo cual no cambia la tendencia de crisis económica, pero sí la hacen más llevadera para los capitalistas, más si se tiene en cuenta la política económica anti-obrera y anti-popular que han trazado y acordado con la OCDE para ejecutar en el nuevo gobierno.

Que la tendencia de crisis económica no ha cambiado, se evidencia en el inocultable crecimiento de la crisis social, con una tasa de desempleo del 10,7% en el primer trimestre del 2018, potenciada por la migración venezolana calculada en 800.000 durante los últimos 15 meses, los despidos masivos por el ocaso de la temporada comercial de fin de año, por los fracasos que ocasiona la corrupción en la industria de la construcción (por ejemplo en Chirajara e Hidroituango), por la puja de privatizar empresas públicas como la ETB, por la superproducción en industrias como las confecciones, por el recrudecimiento de la guerra reaccionaria contra el pueblo, a su vez, demostración palpable y dolorosa del real contenido de la "paz social" de los ricos.

Por eso la burguesía, los terratenientes e imperialistas para conservar sus márgenes de ganancia han puesto nuevamente en la administración general de sus negocios a un Gobierno encabezado por los representantes políticos de la facción mafiosa. Y ya le dieron en la Agenda Empresarial 2018-2022 su encomienda en política económica: cumplir los mandatos de los monopolios imperialistas en Colombia, aumentar la superexplotación del proletariado, reducir los impuestos a los capitalistas y cargárselos al pueblo mediante nuevas y más reaccionarias reformas. Así, crecerán las ganancias de los explotadores sobre todo las del parásito mayor, el capital financiero nacional e imperialista, pero no resolverán la crisis económica capitalista, y en cambio sí, agravarán la crisis social y con ella, la lucha de clases, donde los trabajadores serán lanzados a la movilización, a los paros, a las huelgas, a los bloqueos, a la protesta callejera, obligados por el empeoramiento de sus condiciones de vida y de trabajo, condiciones que les permitirán comprender mejor la necesidad de prepararse ya no solo para resistir el látigo de los explotadores sino para destruir todo su yugo opresor lo cual exige y presupone la organización independiente de los explotados, siendo el partido del proletariado, la organización de vanguardia de los oprimidos y la organización independiente por excelencia de los esclavos asalariados.

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