Canadá – COVID-19: los trabajadores de la salud sacrificados por el Estado capitalista quebequense.



Tomado de Iskra, órgano del partido Comunista Revolucionario de Canadá, 5 de abril de 2020.
Traducción del francés al español hecha por: camarada Hípaso.
Como sus camaradas de otras partes en el país y de otras partes en el mundo, los trabajadores de la salud en Quebec lideran actualmente la batalla en primera línea para detener la pandemia del COVID-19. Y como en otros países, ellos han sido enviados al frente por los capitalistas sin el material de protección necesario y sin los recursos suficientes. Entonces la epidemia no hace más que comenzar en la provincia, una escasez de mascarillas ya se hace sentir. Un gran número de enfermeras y de asistentes han sido expuestos al virus en razón de la mala gestión y de la falta de preparación escandalosa del Estado burgués y varios de entre los trabajadores ya contrajeron la enfermedad. La situación es de una gravedad sin precedente. Con la pandemia el caos general engendrado por el capitalismo está exacerbado y eso se manifiesta vivamente en el sistema de salud. Los trabajadores de la red sanitaria pagan actualmente los gastos de la incapacidad de la burguesía para responder a las necesidades de las masas y para organizar racionalmente el trabajo.

Las enfermeras y los asistentes sanitarios son forzados a trabajar en condiciones peligrosas

Desde el inicio del estado de urgencia sanitaria en Quebec, las enfermeras y los asistentes sanitarios suenan la alarma y expresan su inquietud concerniente a sus condiciones de trabajo y sobre todo, concerniente a la falta de equipamiento de protección de los cuales ellos disponen. Desde el 13 de marzo, el sindicato de enfermeras, la Federación Interprofesional de la salud de Quebec (FIQ), afirmaba temerosa una escasez de mascarillas N95 (las mascarillas más eficaces para protegerse del virus). El sindicato lamentaba igualmente la falta de información sobre el virus dada a los trabajadores en los hospitales y los establecimientos de salud – la falta de información testimonia la ausencia total de preparación de las autoridades provinciales y ponen en peligro al personal atento. La vicepresidenta de la FIQ, Linda Lapointe, afirmó en el inicio de la crisis que la pandemia iría a poner bajo luz los problemas ya presentes desde hace mucho tiempo en la red de salud en Quebec: “Eso hace justo probar aún más cómo la red (de salud) está destrozada. Nosotros nunca tenemos apoyo”. Recordemos que el curso de las dos últimos años, las enfermeras y los asistentes sanitarios se estaban movilizando a escala de la provincia para denunciar el “tiempo suplementario obligatorio” y la gestión irracional de la fuerza de trabajo por la administración de la red sanitaria. Para protestar contra sus condiciones de trabajo extenuantes e inhumanas, ellos habían efectuado paros de trabajo espontáneos y habían hecho “plantones” un poco por todas partes en la provincia. Ya agotados por la explotación a la que los someten los administradores burgueses en tiempos normales, las enfermeras y los asistentes sanitarios se preparaban entonces, con la declaración del estado de urgencia del 14 de marzo, a tener que trabajar con una presión aún más grande y en condiciones aún más difíciles. Una semana más tarde, el 21 de marzo, ellos recibieron un verdadero golpe en plena cara: la ministra de salud y de servicios sociales, Danielle McCann, declaró un decreto ministerial por el cual se extienden los poderes de la dirección de los establecimientos en la red de salud y le permiten realizar cambios a los horarios de trabajo, las vacaciones y la movilidad de la mano de obra, entre otros. Entre los trabajadores de la red sanitaria, eso ha sido una verdadera onda de choque. Entonces que ellos estaban ya preparados a ir al frente para combatir el virus y servir a la población, el Estado burgués sacaba la artillería pesada y se preparaba para ponerlos en cintura… ¡y esto, en el momento mismo donde el primer ministro no cesaba de agradecer hipócritamente a sus “ángeles guardianes” en su rueda de prensa!
Entre tiempos, los trabajadores comenzaron a denunciar varias situaciones peligrosas ligadas al COVID-19. Por ejemplo, enfermeras embarazadas demandaron estar retiradas de urgencias y de cuidados de primera línea. Las instrucciones de los empleadores eran contradictorias: es dado que el sistema inmunitario de las mujeres embarazadas es más débil que el promedio, era encomendado a las enfermeras embarazadas que no se encuentren en el mismo lugar que un paciente infectado por el coronavirus. Pero los pacientes que llegaban a la clasificación podían muy bien estar infectados sin que nadie lo supiera. El 17 de marzo, la FIQ reclamaba al gobierno la retirada de las enfermeras embarazadas de la sección de urgencias. Pero esto no fue hasta el 30 de marzo, después que el sindicato haya debido negociar con el Estado burgués para que un mínimo de medidas de protección sean puestas en lugar, que el gobierno ha finalmente aceptado satisfacer la reivindicación. Entonces pasó trece días entre el momento donde la demanda fue hecha y el momento donde ella fue finalmente escuchada –trece días que fueron bastantes, durante los cuales las enfermeras embarazadas fueron obligadas a trabajar corriendo riesgos importantes para su salud. Y esto sin contar que ciertos establecimientos tardan en poner en obra las nuevas medidas desde que ellas fueron decretadas. De otra parte, el 3 de abril, supimos que una enfermera embarazada había contraído el COVID-19 en su lugar de trabajo y que ella había estado en contacto con varias de sus colegas igualmente embarazadas… En el intervalo, las enfermeras y los asistentes sanitarios comenzaron a expresar cada vez más ruidosamente su inquietud que concierne a la falta de material de protección en los hospitales, las clínicas gratuitas administradas y mantenidas por el gobierno provincial y centros de alojamiento a largo plazo. En las redes sociales, los testimonios de situaciones peligrosas se multiplicaban. Y estos trabajadoras no eran las únicas en inquietarse. El 24 de marzo supimos en un periódico burgués que médicos de urgencias imploraron al gobierno desde cinco días – sin éxito- para que se endurezca el protocolo de seguridad en las urgencias. Según ellos, el protocolo en el lugar era completamente inadaptado a la situación. En efecto, en razón de las directivas gubernamentales según las cuales solo los pacientes “con factores de riesgo” debían estar en aislamiento con el equipamiento de protección contra las partículas de saliva infectadas, de numerosos pacientes afectados por el COVID-19 estaban a cargo por el personal hospitalario sin el equipamiento de protección adecuado, es decir, sin trajes para materiales peligrosos para el cuerpo, sin guantes impermeables y sin mascarillas con visea de protección. Según el presidente de la asociación de especialistas en medicina de urgencia de Quebec, hospitales rechazaban dar mascarillas y material a su personal. El día siguiente de la publicación del artículo que hace estado de esta situación, bajo la presión de los médicos de urgencias, el gobierno aceptó cambiar el protocolo. Ahora todos los pacientes que presentan “síntomas infecciosos” irán a ser aislados y tratados por el personal equipado de protección “contra partículas de saliva”. Sin embargo, el problema de falta de material estaba lejos de estar resuelto.
Cada vez más, las enfermeras comenzaron a quejarse del hecho que debían administrar ellas mismas la limpieza y la desinfección de sus uniformes. En efecto, los hospitales no ofrecen tal servicio a sus empleadas, ellas estaban obligadas a llevar sus uniformes potencialmente contaminados a casa, que hace correr el riesgo a sus familias de estar infectadas por el virus. El 20 de marzo, un periódico burgués reportaba estos propósitos del presidente de la sección Chaudière-Appalaches de la FIQ, Laurier Ouellet: “no tenemos respuesta y eso hace un marco de acuerdo de seis meses entre la FIQ y el gobierno de Quebec, que este último aceptó obligar a los empleadores a proporcionar y a mantener los uniformes en los “sectores priorizados”, aquellos como de urgencias, de cirugía médica, en cuidados intensivos, de terapia respiratoria, de tomografía, de neumología, clínicas y unidades dedicadas al Covid-19 así como a centros de alojamiento a largo plazo donde hay un miedo de infección.
Durante este tiempo, la falta de equipamiento de protección en los hospitales, las clínicas gratuitas administradas y mantenidas por el gobierno provincial y centros de alojamiento a largo plazo de la provincia conducía a situaciones cada vez más absurdas y peligrosas para las trabajadoras, ciertas enfermeras de las clínicas gratuitas administradas que hacen visitas a domicilio tuvieron que fabricarse sus propias mascarillas de improvisado a partir de telas y de filtros recuperados de aspiradoras. Una de ellas, una enfermera de una de las clínicas gratuitas administradas y mantenidas por el gobierno provincial de la región de Laurentides afirmó:“nosotras estamos desesperadas de las medidas de protección casi inexistentes en nuestro medio. El material es dado a cuenta gotas”. Enfermeras de una de las clínicas gratuitas administradas y mantenidas por el gobierno provincial en Montreal lamentaron igualmente no tener acceso ni a guantes ni a desinfectantes para sus encuentros a domicilio. Cada vez más sindicatos han comenzado a denunciar la falta flagrante de mascarillas N95, de impermeables combinados y de otros equipamientos de protección para numerosos empleados a riesgo de contraer el COVID-19. Ha comenzado igualmente a inquietar el hecho de que las directivas no eran las mismas en todos los establecimientos. Según la presidenta de la FIQ, Nancy Bédard, las directivas cambian constantemente y contradicen las instrucciones sanitarias de base aprendidas por las enfermeras. El 26 de marzo, la FIQ denunciaba la falta de equipamiento de protección en los centros de alojamiento a largo plazo de la provincia, donde no había suficientes mascarillas y vestidos. Comentando el hecho que enfermeras se vean obligadas a fabricar su propio material, la vicepresidenta del sindicato afirmó: “que estamos en un país subdesarrollado”. Ella declaró igualmente: “De un lado nos dicen que hay equipamiento, pero que lo guardan bajo llave, porque hubo robos, pero los últimos tres o cuatro días nos hacen pensar que no hay tanto”. El hecho de que la falta de material sea también para gritar en los centros de alojamiento a largo plazo de la provincia no es ciertamente extraño en el hecho que un gran número de estos establecimientos fueron contaminados por el virus. En efecto, el 31 de marzo. El gobierno revelaba que 184 de entre ellos estaban afectados por el virus. En este día, la negligencia criminal del gobierno ha conducido ya a la infección de varios trabajadores de la salud. El 29 de marzo, supimos que una veintena de empleados del Hotel Dieu de Lévis, del cual una mujer embarazada, había estado retirada de su medio de trabajo después de haber estado en contacto con una paciente infectada de COVID-19 ya que ella no portaba el equipamiento de protección. Cuando ella fue remitida al hospital, la paciente en cuestión no presentaba síntomas de la enfermedad, esto muestra que los criterios para tener derecho al material de protección son ridículos. El 30 de marzo, un caso similar ocurrió en el centro de alojamiento a largo plazo de la provincia de Lasalle, fue reportado en los medios. El 2 de abril, la asociación médica canadiense (AMC) afirmaba que la escasez de mascarillas y de suministros de protección eran mucho más importante que lo que afirmaba los gobernantes y que eso ponía la vida de los proveedores en peligro. El día siguiente, el 3 de abril, el ministerio de la salud y de servicios sociales de Quebec anunciaban que un total de 204 personas entre el personal de cuidado, de los cuales 148 en Montreal, estaban afectados por el COVID-19 en la provincia. Y esto no es más que el principio: ¡la ola de enfermos esperados en la semana del 13 de abril y que podría inundar los hospitales, no es la misma que la que llegó!
Mientras todo este tiempo, la FIQ intentaba negociar con el Estado burgués para obtener medidas mínima para las enfermeras. Durante varios días, el gobierno se resistió y no quería escuchar nada. El 28 de marzo, la FIQ denunciaba: “el rechazo hoy de negociar unas medidas excepcionales para una situación excepcional”, rechazo que ella califica de “golpe bajo, que amenaza toda la red de salud y de servicios sociales, ya débiles por años de reformas catastróficas y de compresión”.
Nancy Bédard, presidenta de la FIQ decía: “el primer ministro les llama sus ángeles guardianes. Y por tanto, aún esta mañana, él es incapaz asegurar su seguridad”. Habrá que esperar al 30 de marzo, sea 16 días después de la declaración de urgencia sanitaria, para que la FIQ pueda arrancar del gobierno medidas de protección elementales, como tomar en cargo la limpieza de uniformes por los empleadores o aún el retiro de las mujeres embarazadas en medio de los cuidados. El hecho que las trabajadoras de la salud deban hacer presión y negociar con el Estado quebequés para obtener medidas mínimas de protección muestra bien a cuál punto el discurso mediático que domina de François Legault (primer ministro de Quebec) y su rol como “buen padre de familia” es ridículo: ¡en el seno de una familia, los niños no deben generalmente pelear contra sus padres para obtener eso que es esencial a su supervivencia! En verdad, incluso en este periodo de crisis sanitaria, el Estado quebequés continua siendo eso que él es, a saber un Estado capitalista, un “Estado-patrón”, un “Estado-explotador”. Y a pesar de que el primer ministro no cesa de llamar a los trabajadores de la salud sus “ángeles guardianes”, el Estado quebequés continua explotándolos sin escrúpulos.

Con la complicidad de los medios, el gobierno Legault miente a la población a propósito de reservas de mascarillas disponibles

La falta de material de protección y notablemente la falta de mascarillas en la red de salud es impuesta como el desafío central y como el principal problema que aflige a los trabajadores. Recientemente, el primer ministro no cesa de repetir ante los medios que la situación está bajo control, que las reservas están bien guarnecidas y que no habría escasez de material. Esto era una falsedad evidente, en completa contradicción con los testimonios de las trabajadoras de los hospitales, las clínicas gratuitas administradas y mantenidas por el gobierno provincial y centros de alojamiento a largo plazo de la provincia. Pero el mensaje del gobierno era sin embargo difundir masivamente por los medios ante la población. Según los periodistas y comunicadores políticos, imposible que el gobierno esté equivocado, ya que él estaba salvando a Quebec del desastre… La verdad, es que el gobierno no podía admitir públicamente en esta etapa que había una falta de material, ya que eso habría puesto bajo luz el hecho de que no se estaba para nada preparado para la llegada del Coronavirus en la provincia, y esto, que a pesar de que todo el mundo había sido testigo de que se estaba produciendo en China y que era evidente que desde el mes de enero la amenaza de una pandemia devastadora era inminente. Él debía a todo precio disimular el hecho que de su gestión de la crisis sanitaria era un fracaso lamentable a fin de evitar la emergencia de un movimiento de contestación de las masas. El gobierno ha entonces mentido abiertamente a la población y los medios le han seguido. De otras partes, desde el inicio de la crisis, aquellos han perfectamente jugado su rol de aparato de propaganda y de correa de transmisión del discurso oficial del Estado burgués, que permite a la clase dominante, con una eficiencia notable, ¡de transformar en la percepción pequeño-burguesa la quiebra completa en gestión ejemplar y heroica!
Pero el gobierno sabía que no podía ahogar eternamente la voz de las trabajadoras de la salud, cuyos testimonios que contradicen su versión de los hechos comenzaba a acumularse. El 25 de marzo, después de varios días de propaganda gubernamental y mediática intensiva para hacer avalar la idea de que el gobierno había hecho lo que había que hacer, el primer ministro comenzó a decir que él había tenido problemas de distribución de material en ciertos establecimientos, aunque no hubo escasez de equipos en toda la provincia. Por otra parte, para justificar que el equipamiento de protección estaba bajo llave y para detonar la atención del hecho que el material estaba racionado, la ministra de la salud y servicios sociales Danielle McCann comenzó a utilizar el pretexto que había habido robos en los hospitales. Los periodistas se hicieron cargo ampliamente de esta versión de los hechos. Por ejemplo, en Radio-Canada, el presentador estrella Patrice Roy se puso a afirmar que había una ligera “distorsión” entre las afirmaciones de aquellos “desde arriba” y la realidad vivida sobre el terreno de los hospitales todo subrayando que el gobierno estaba “lleno de buena voluntad” y dejando escuchar que el problema será resuelto rápidamente…
Después, el 31 de marzo, el discurso del primer ministro ha completamente cambiado: de repente, las reservas de mascarillas estaban agotadas ¡de aquí tres a siete días! Supimos igualmente que el Estado burgués quebequés estaba comprometido en un curso desesperado con otros Estados a través del mundo para obtener mascarillas de protección. Entonces se hizo claro que el gobierno mentía desde el inicio. Pero la presión se hizo bastante grande y el gato salió del bolso (“le chat est sorti du sac”, modismo en francés que significa: la verdad se reveló,”). Desde el inicio las trabajadoras de la salud estaban forzadas por el Estado capitalista a trabajar en condiciones peligrosas y de poner sus vidas en peligro.
Tras la rueda de prensa del 31 de marzo, algunos pedidos llegaron en la provincia, pero el margen del cual dispone la red antes del equipamiento de reservas duró aproximadamente una semana. La situación es extremadamente inquietante, no solamente para las trabajadoras de la salud cuyas vidas están en peligro, pero para las masas populares en general que podrían estar privadas de cuidados en el caso de una situación donde no habrá más mascarillas y otros equipamientos de protección disponibles.

La escasez de mascarillas y la anarquía capitalista

A pesar de las tentativas del primer ministro de tranquilizar a la población y las trabajadoras de la salud, la verdad es que el aprovisionamiento de la provincia en mascarillas y en equipamiento de protección es ya completamente incierto. La anarquía capitalista y la concurrencia exacerbada a la escala internacional podrían hacer de alguna manera que el país no llegue a asegurar su aprovisionamiento de equipamiento médico a mediano plazo. El gobierno dice hacer todo lo que él puede hacer para evitar la escasez, (¡) que va hasta pagar con dinero en efectivo (¡) cargamentos de mascarillas y hasta hacerlos escoltar por la policía. Pero es antes que habría que actuar. Los políticos burgueses (tanto a nivel provincial como a nivel federal) intentaban convencernos que ellos fueron “tomados por sorpresa” (“pris de court”, modismo francés) que habría sido imposible prever la situación actual. Por lo tanto, ellos disponían de una ventaja de al menos dos meses para reaccionar ante la llegada del virus al país, sin hablar del hecho que la red de salud habría debido estar preparada desde hace mucho tiempo a la eventualidad de una pandemia como aquella que nosotros vivimos actualmente. De otras partes a este propósito hay que saber que el gobierno de Quebec no disponía de ninguna reserva nacional de material médico útil para una pandemia (mascarillas quirúrgicas, mascarillas N95, batas, guantes, etc.) antes del inicio de la crisis actual. Para justificar esta decisión del Estado quebequés, la portavoz del ministerio de la seguridad pública, Louises Quintin, ¡ha invocado el hecho de que los equipamientos en cuestión tienen fechas de expiración!, se trata de una explicación completamente falsa: habría suficiente si fluyera periódicamente en la red de salud una parte de la reserva ya almacenada y de remplazar sobre la medida. Por otro lado, la ministra federal de la salud, Patty Hadju, admitió en rueda de prensa el primero de abril que las reservas de urgencia del Estado canadiense no estaban suficientemente surtidas para hacer frente a una situación como la pandemia del COVID-19, que los gobiernos sucesivos en Ottawa no habían suficientemente invertido para preparar al país para las crisis de salud pública en el futuro. En otras palabras, para evitar tener que gastar bastante, el Estado comprometió la seguridad de la mayoría de la población.
A pesar del hecho de que las reservas no estaban suficientemente llenas, los gobiernos habrían podido invertir masivamente desde el inicio del año para surtir las reservas de material en previsión de la epidemia que se aproximaba. ¿Por qué ellos no pasaron pedidos importantes más temprano?, por otra parte nosotros sabemos que Quebec y Canadá tienen la capacidad industrial para producir el equipamiento médico necesario, ya que el gobierno provincial y el gobierno federal vienen de escucharse con los capitalistas quebequeses y canadienses para que ellos transformen sus fábricas a fin de poder fabricar este tipo de material. ¿Por qué una tal organización de la producción industrial nacional no fue operada desde el mes de enero, cuando era ya evidente que el virus iba a propagarse en el país? La respuesta es clara: es porque las decisiones tomadas por los políticos burgueses son dominadas por la ley de la ganancia máxima y no por la necesidad de responder a las necesidades de las masas. Por otra parte hay que recordar que en las condiciones de la propiedad privada burguesa, es imposible poner en lugar una verdadera planificación de la producción a escala de toda la sociedad. Eso quiere decir que reorientar rápidamente la producción de un país para responder a una necesidad específica es prácticamente irrealizable. Hoy estas son las trabajadoras de la salud así que todos los proletarios contaminados por el virus van a pagar el precio. En una economía planificada dirigida por el proletariado, es claro que un gran número de fábricas habrían sido reasignadas a la producción de material médico, y esto antes del inicio de la epidemia.

El sistema de salud en la sociedad burguesa

Como lo afirmó la FIQ, la red de salud quebequés era “ya débil por años de reformas catastróficas y de compresión” antes del inicio de la pandemia. Las trabajadoras de la red trabajan superadas en número, en equipo sobrecargado y con horarios indecentes. Los hospitales estaban congestionados y con falta de recursos. Notablemente el número de camas de hospitalización eran insuficientes. Los edificios eran anticuados y se degradan. Así, la situación en la que se encuentran actualmente las enfermeras y los asistentes sanitarios que fueron enviados al frente sin el equipamiento de protección necesario sacado de ninguna parte: ella (la situación) es la continuidad con esto que pasa todo el tiempo. La pandemia simplemente ha agravado el caos de la ineficiencia habitual, haciendo surgir nuevas dificultades y nuevos problemas.
Para comprender las razones profundas detrás del estado del sistema de salud pública en Quebec, hay que interesarse en la función real de los servicios de salud proporcionado por el Estado burgués bajo el capitalismo. En otras palabras, en lugar de pararse a las decisiones de tal o cual político burgués (por ejemplo la famosa reforma Barrette), hay que buscar comprender el rol objetivo jugado por el sistema de salud de una sociedad donde el motor de la producción es la búsqueda de ganancias privadas. En apariencia el sistema sirve para cuidar a la población y para mantenerla en buena salud. Pero si las cosas fueran así de simples, habría que explicar por qué la capacidad de la red de salud es siempre por debajo de las necesidades reales de las masas cuando nosotros vivimos por tanto en una sociedad rica y prospera. En verdad, bajo el capitalismo, el sistema de salud pública no sirve al bienestar de los proletarios, pero bien al mantenimiento de la explotación y de la acumulación de ganancias. Los servicios de salud proporcionados por el Estado burgués sirven de una parte, asegurar una higiene publica mínima a fin de evitar que el proceso de acumulación no esté constantemente amenazado por crisis sanitarias generales, y de otra parte para hacer de alguna manera que la salud de los proletarios no se degrade al punto donde los capitalistas no podrían más comprar su fuerza de trabajo para hacer más ganancia. El Estado burgués no pretende mantener los proletarios en buena salud, solamente para asegurar las condiciones para que la clase proletaria pueda continuar trabajando y reproducirse. Es el por qué el financiamiento acordado por el Estado burgués en el sistema de salud es mínimo y es el por qué los gobiernos no dudan en cortar en los servicios cuando los intereses de grandes capitalistas lo exigen.
Evidentemente los trabajadores empleados por la burguesía para suministrar los cuidados no son culpables y hacen su mejor esfuerzo para asegurar el bienestar de los pacientes. Pero estos trabajadores se topan constantemente con límites de un sistema que no está organizado para responder a las necesidades reales de las masas. Así, las enfermeras y los asistentes sanitarios son obligados a trabajar en condiciones difíciles y extenuantes, ellas no son suficientemente numerosas y les faltan recursos, eso es lo que les impide proporcionar los cuidados como ellas quisieran y como el estado de salud real del proletariado lo exigiría. La burguesía las coloca en una situación insoportable que les parece completamente absurdo: su demanda de cuidar a la gente, pero no les dan lo medios para hacerlo correctamente, ¡y esto, incluso si el dinero fluye en la cima de la ola de la sociedad, si los problemas son perfectamente conocidos y si las soluciones serían fáciles de poner en su lugar!
Ya que el sistema puesto en lugar por la burguesía no está organizado en función de las necesidades de las masas, se puede difícilmente hacer frente correctamente (del punto de vista del proletariado) a una situación extrema como aquella que nosotros vivimos actualmente con la pandemia del COVID-19. La burguesía, a través de su ejecutivo político, va a desplegar toda la energía que puede para protegerse del virus y para mantener la sociedad burguesa en su lugar. Pero lo hará al precio de grandes sufrimientos en el seno del proletariado y de las masas populares. Lo hará sacrificando un gran número de trabajadores – notablemente a aquellas de la red de salud que envía al frente como carne de cañón. En 1918, cuando la famosa “gripe española”, una enfermera de cada cuatro fue llevada por la enfermedad a los Estados Unidos. Los esfuerzos desplegados por la burguesía eran completamente deficientes. Faltaban camas, medicamentos y, sobre todo, personal: la guerra imperialista estaba todavía en curso y las enfermeras habían sido enviadas masivamente al frente. Evidentemente, las condiciones no son las mismas hoy. La medicina es más avanzada y las prácticas higiénicas evolucionaron. En Quebec, nosotros no estamos en una situación donde la población es débil por años de guerra, como era el caso de numerosos países en 1918. También, el virus a que nosotros hacemos frente es diferente. Pero no olvidemos que el sistema capitalista en el que nosotros vivimos es aún el mismo que hace 100 años: un sistema incapaz de organizar el trabajo racionalmente y de responder a las necesidades de las masas.
¡Apoyemos las reivindicaciones inmediatas de las enfermeras y los asistentes sanitarios!
¡Denunciamos a los criminales en el poder cuya negligencia ha puesto de los trabajadores de la salud en peligro!
¡Preparémonos a luchar por una sociedad organizada en función de las necesidades de las masas, por el socialismo!

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