¡RESISTIR A LA EXPLOTACIÓN Y PREPARAR LA REVOLUCIÓN!
Durante los meses
de octubre y noviembre, un gran acontecimiento ocupó la atención de los
comunistas, proletarios y pueblos del mundo: el Centenario de la Gran
Revolución Socialista de Octubre en Rusia. Fue conmemorado con enorme
admiración hacia los obreros y campesinos del viejo imperio zarista, quienes a
pesar de estar subyugados por una represiva y sanguinaria autocracia, acogieron
la dirección del Partido bolchevique para enfrentar y derrotar a los enemigos
explotadores, mediante la unidad del pueblo, la organización y la lucha armada
revolucionaria de las masas. En Colombia y los demás países con gran júbilo se
exaltó el gran triunfo de la revolución proletaria en Rusia y se defendió su
enseñanza imperecedera para plantearse los problemas actuales de la revolución
que inevitablemente triunfará y sepultará el descompuesto sistema imperialista
mundial.
Hoy en Colombia el
proletariado sigue huérfano de un Partido político propio cuya construcción es
el diario quehacer de los comunistas, siendo su labor principal inmediata
llevar por todos los medios posibles la conciencia socialista a los obreros y
campesinos, la conciencia sobre las verdaderas causas de su dramática
situación, la conciencia del cómo suprimir tales causas transformando la enorme
fuerza social del pueblo trabajador en una fuerza política revolucionaria.
Entre tanto, las
mentes de los trabajadores en gran parte ya adormecidas por el alcohol, los
alucinógenos y el opio religioso de la resignación, son nubladas por la mentira
de que la Revolución de Octubre fue una casualidad y es imposible cambiar el
actual estado de cosas en el país y en el mundo. Según esa idea reaccionaria,
el sistema de la explotación asalariada será eterno y solamente se puede luchar
contra los abusos de los monopolios; el Estado de los explotadores es
indestructible y solamente se puede luchar contra los desmanes de los
gobernantes y sus fuerzas policiales. A estas ideas reaccionarias se
corresponde una política igualmente reaccionaria, la política de conciliar las
clases —”paz social”— y que éstas solo luchen en el circo electoral, política
abanderada por los partidos reaccionarios de las clases dominantes —burguesía y
terratenientes en alianza con los imperialistas— y secundada por los partidos
reformistas y oportunistas de la pequeña burguesía, partidos todos que a pesar
de su bulla, ataques y pataletas en el establo parlamentario, están completamente unidos en la defensa de esa política,
con el propósito de corromper la conciencia de las masas y desviar su atención
de la lucha directa para evitar que avance por la senda de una revolución como
la de Octubre.
Como expresión
concentrada de la economía, la política de la “paz social” y la farsa electoral
además de preservar el sistema de la explotación asalariada, sirve para
reproducirlo con más garantías y réditos para las clases que viven de la
explotación del trabajo ajeno, o lo que es lo mismo, con mayores cargas y
sufrimientos para las clases que con su trabajo producen la riqueza que se
apropian los capitalistas. De ahí, que apoyados en el estado de inconsciencia y
desorganización de los trabajadores, los gobernantes y empresarios hacen planes
para favorecer e incrementar sus intereses económicos.
En primer lugar, preparan
la tradicional “negociación del salario mínimo” presentada con bombos y
platillos como un beneficio para los trabajadores, cuando en realidad es un
asqueroso engaño, un conciliábulo de representantes de los patronos
explotadores, de los gobernantes protectores del negocio de la explotación y de
las centrales sindicales cuyos jefes vende-obreros son sirvientes de los
explotadores, donde estos enemigos acérrimos de los trabajadores acuerdan o
aceptan por decreto la rebaja del salario mínimo real, que significa aumentar
la plusvalía producida por el trabajo asalariado y apropiada por los
capitalistas.
En segundo lugar,
ya todos los partidos reaccionarios, reformistas y oportunistas iniciaron
campaña para la lucha electoral del 2018, en la cual medirán fuerzas las
distintas facciones de la burguesía y los terratenientes en la puja por el
control gobernante y legislativo del Estado, y definirán quienes administrarán
desde el gobierno los negocios de los ricos por los próximos cuatro años. Los
partidos reaccionarios de los capitalistas, secundados por los partidos
reformistas y oportunistas de la pequeña burguesía, engañan al pueblo
presentando las elecciones como la máxima expresión de la democracia, cuando
realmente la democracia de los capitalistas es amputada e hipócrita, es
democracia para los dueños del capital y dictadura para los dueños del trabajo.
En tercer lugar,
los grandes capitalistas comandados por el capital financiero, han trazado a
los “negociadores” del salario mínimo y a los candidatos para el próximo
gobierno, unas directrices que van directamente contra los trabajadores:
salario mínimo por regiones, rebaja de salarios para oxigenar el crecimiento
industrial, reforma pensional para aumentar en cinco años la edad de
jubilación, reforma tributaria para exonerar más a los ricos y cargar más
impuestos a los pobres…
Se anuncia así una
gran campaña de los capitalistas no para aumentar los salarios como dicen los
vende-obreros sino para aumentar la explotación del trabajo; no para generar
más empleo y de mejor calidad como prometen los politiqueros en campaña
electoral, sino para ahorrar costos empeorando las condiciones laborales y
profundizando la tercerización del trabajo; no para el progreso social en el
post-conflicto como dicen los pacifistas, sino para el beneficio exclusivo de
los ricachones de la ciudad y del campo. Si además se tiene en cuenta el
escalamiento de la guerra contra el pueblo y que la de los cementerios es la
única tierra de la “paz social” para los campesinos, indígenas y ex
guerrilleros, entonces para el pueblo es muy sombrío y tenebroso el panorama
que le ofrecen los reaccionarios.
Pero existe otro
horizonte esperanzador para los pobres de la ciudad y del campo, el horizonte
de la revolución proletaria cuya luminosa perspectiva fue abierta hace 100 años
por los bolcheviques y las masas obreras y campesinas de Rusia, quienes
enseñaron a los oprimidos y explotados del mundo a plantear correctamente las
tareas de su emancipación, a confiar en sus propias fuerzas y en la victoria
final sin importar cuántas derrotas haya que sufrir en el camino.
En lo inmediato,
aplicar las lecciones de los bolcheviques a las condiciones de Colombia,
implica seguir su ejemplo de unir y movilizar permanentemente las fuerzas del
pueblo, desarrollar una enérgica actividad de propaganda y organización
denunciando la farsante negociación del salario mínimo, explicando a las masas
las razones de ese engaño y contraponiendo la lucha por una verdadera alza
general de salarios a conquistar no mediante súplicas a los explotadores, sino
con la fuerza del movimiento obrero, con la unidad, organización y lucha de los
trabajadores sindicalizados y no sindicalizados, con la unidad del pueblo y su
poder en un paro nacional indefinido. Esto presupone realizar acuerdos entre
los revolucionarios, los sindicalistas y las masas populares, para desarrollar
un trabajo coordinado entre todos que vincule el recuerdo de la masacre de los
obreros bananeros en 1928 y su enseñanza con letras de sangre de no confiar en
el Estado de los enemigos, con la lucha política por un alza general de
salarios y contra el próximo carnaval electoral.
Pero no basta la
lucha económica y política de resistencia a la explotación capitalista, lucha
que por sí misma se convierte en un círculo vicioso; es necesario unirla con la
lucha política revolucionaria para acabar el sistema de la explotación
asalariada, puesto que si las riquezas las producen el trabajo y la naturaleza,
entonces sobran los parásitos explotadores. Para lograrlo hay que seguir el
ejemplo de los bolcheviques en la organización de los comunistas en un Partido
cuyo programa no sea reformar el sistema de la explotación asalariada sino
destruirlo junto con el Estado que lo protege; seguir el ejemplo de la unidad y
lucha de los obreros en alianza con los campesinos no para defender y someterse
al Estado de los capitalistas sino para derrocar con las armas su dictadura de
clase y construir el nuevo poder del pueblo armado como el de los Soviets que
emancipe a los explotados, expropie y someta a los explotadores.
Comité de Dirección
– Unión Obrera Comunista (mlm)
Colombia, Diciembre
03 de 2017
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