Celebrando los cien años de la fundación de la Internacional Comunista


Desde el portal Revolución Obrera, continuamos exaltando la importancia de la Internacional Comunista, sobre todo en estos tiempos de dispersión organizativa y fuertes ataques al marxismo leninismo maoísmo en todo el mundo.

En esta ocasión los dejamos con el documento “Sobre el Balance Histórico de la Construcción de la Internacional Comunista” en el que se encuentra un excelente análisis. Este documento hace parte del Capítulo V de la “Propuesta de Formulación de una Línea General Para la Unidad del Movimiento Comunista Internacional” presentado a discusión por la Unión Obrera Comunista (mlm); un aporte que contribuye a cimentar la base de unidad para avanzar en la organización de los Marxistas Leninistas Maoístas de todos los países, por cuanto allí se resuelven problemas que hoy son motivo de discusión en el seno de los comunistas, tales como la relativa y temporal derrota del socialismo, la importancia y necesidad de una nueva Internacional Comunista como partido mundial del proletariado, las contradicciones del capitalismo imperialista, la contradicción principal en el mundo en la actualidad, la revolución en los países capitalistas oprimidos, entre otros.

Los dejamos entonces con este balance con el cual seguimos conmemorando los cien años de la fundación de la Internacional Comunista.

SOBRE EL BALANCE HISTÓRICO DE LA CONSTRUCCIÓN DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA

En la lucha actual por la construcción de una organización Internacional, indispensable cuartel general de la Revolución Proletaria Mundial, es ineludible el balance crítico del grandioso acumulado de la experiencia del Movimiento Obrero y Comunista; experiencia histórica que, al estar signada por el combate incesante al oportunismo, hace de su valoración un terreno de aguda lucha de líneas.

El carácter internacional del movimiento obrero exige que su organización comunista sea internacional. La Asociación Internacional de los Trabajadores o I Internacional(1) tuvo dos objetivos: negar las sectas socialistas o semisocialistas, con una organización real de la clase obrera para luchar por la emancipación de los trabajadores, y reunir en un inmenso ejército único a toda la clase obrera combativa de Europa y América del Norte. Todo el desarrollo de la I Internacional fue, de un lado, el triunfo cabal del marxismo en el movimiento obrero y el declive del sectarismo; y de otro lado, el aprendizaje del proletariado mundial de la táctica marxista en cuanto a sus formas de lucha y de organización, sobre la base de su propia experiencia, la instrucción de los Congresos y la guía del Consejo General, órgano de dirección centralizada de toda la Internacional, ejercida en lucha frontal contra el anarquismo bakuninista, forma especial de sectarismo que trató de irrumpir e imponerse al interior de la Asociación.

 1. Fue fundada en 1864 sobre un terreno internacionalista abonado por el trabajo de su precursora: La Liga de los Comunistas, que desde 1848 había publicado El Manifiesto del Partido Comunista, escrito por Marx y Engels.

La derrota de la Comuna de París, la persecución a los dirigentes de la Internacional y las intrigas de los bakuninistas motivaron su disolución. Haber cumplido su misión de crear las condiciones para que el movimiento obrero entrara a un nuevo período de lucha política por su dictadura de clase, aprendiendo que sin su propio partido político, la clase obrera es impotente en la lucha de clases, fue el motivo principal que hizo innecesaria su existencia. La Asociación Internacional de los Trabajadores trazó el camino y creó los cimientos de la organización Internacional necesaria para dirigir al proletariado en su misión histórica: sepultar al capitalismo.

La extensión del movimiento obrero, bajo la forma de partidos obreros socialistas en los diversos países, hizo necesaria la Internacional Socialista o II Internacional —nuevo instrumento para la acción internacional del proletariado, de la cual dijo Lenin “ha hecho un trabajo útil de organización de masas proletarias en el largo período pacífico de la peor esclavitud capitalista, en el curso del último tercio del siglo XIX y al comienzo del XX”— y a la vez, fue condición para el surgimiento de la tendencia a la organización federal y la tolerancia de defectos oportunistas aparentemente muy “típicos” de cada país, dos manifestaciones de nacionalismo burgués en el seno del movimiento obrero, no corregidas a tiempo y de consecuencias nefastas para la Revolución Proletaria Mundial. De igual modo, la lucha por reformas y la lucha parlamentaria, que jugaron un importante papel en el período pacífico de la revolución, dieron lugar al parlamentarismo y pacifismo como tendencia oportunista en los partidos socialistas que, al no ser combatida correcta y enérgicamente, se impuso corroyendo todo el movimiento obrero internacional, convirtiendo a la II Internacional en un instrumento inservible para el momento en que la agudización de las contradicciones del capitalismo en su fase imperialista, creó las condiciones para el triunfo revolucionario del proletariado.

El inicio de la primera guerra mundial imperialista reveló en toda su magnitud la traición de los jefes de la Segunda Internacional: enfrentamiento nacionalista de los obreros en defensa de la “patria”, renunciando al internacionalismo proletario; ayuda a la imperialista matanza obrera, en lugar de transformar la guerra imperialista en guerra civil revolucionaria; paz social, en reniego de la lucha de clases; ayuda a la burguesía, en vez de destruir su Estado reaccionario e implantar la Dictadura del Proletariado. Todo ello obligó a que Lenin declarara: “La Segunda Internacional está muerta, vencida por el oportunismo. Abajo el oportunismo y viva la Tercera Internacional, desembarazada de los renegados y del oportunismo.”

La Internacional Comunista o III Internacional fue el primer partido mundial de la revolución proletaria en la época del imperialismo, sucesora histórica de las mejores tradiciones de la Primera y Segunda Internacional; dirigente de la acción revolucionaria de las masas, de sus revoluciones e importantes luchas en todo el mundo, bajo la bandera de ¡Proletarios de Todos Los Países Uníos! Al decir de Lenin: La III Internacional ha recogido los frutos del trabajo de la II Internacional, ha amputado la parte corrompida, oportunista, socialchovinista, burguesa y pequeño burguesa y ha comenzado a implantar la Dictadura del Proletariado”.
 
Desde su fundación hasta su disolución, fue papel de la Internacional Comunista combatir los errores oportunistas de la II Internacional y asumir sobre una nueva base los objetivos de “la creación de un organismo de combate, encargado de coordinar y dirigir al movimiento de la Internacional Comunista y de realizar la subordinación de los intereses de los movimientos en los diferentes países a los intereses de la revolución internacional”, en esencia, los mismos objetivos de la Asociación Internacional de los Trabajadores. La Internacional Comunista se constituyó en dirigente teórico y práctico del proletariado mundial, analizando la situación económica y política internacional y caracterizándola en los diversos períodos, denunciando las ofensivas de la burguesía imperialista contra el movimiento obrero, promoviendo la formación de nuevos Partidos Comunistas; apoyando las luchas proletarias en los distintos países, la revolución en las colonias y semicolonias; orientando las tareas de los comunistas en su lucha contra el imperialismo, en particular contra el fascismo durante la segunda guerra mundial imperialista; apoyando la Dictadura del Proletariado en la URSS y dirigiendo su defensa como base de la Revolución Proletaria Mundial.

El Primer Congreso de la III Internacional examinó cuestiones decisivas para el movimiento obrero mundial: la democracia burguesa y la dictadura del proletariado, las distintas corrientes socialistas, la situación internacional. Trazó las tareas específicas de la Internacional: generalizar la experiencia revolucionaria de la clase obrera; depurar el movimiento de las mezclas impuras de oportunismo y social-patriotismo; unir las fuerzas de todos los partidos realmente revolucionarios del proletariado mundial; facilitar y acelerar la victoria de la revolución comunista en el mundo entero. Y planteó de una manera nueva la lucha de la clase obrera en las colonias: “Desde ahora, en las colonias más desarrolladas la lucha ya no está empeñada solamente bajo la bandera de la liberación nacional; toma de inmediato un carácter social más o menos netamente definido”.

El Segundo Congreso en sus resoluciones delimitó campos con el oportunismo, reconoció la escisión del movimiento obrero causada por la aristocracia obrera, y construyó una nueva unidad para la actuación de los comunistas revolucionarios de todos los países en cuanto al papel del partido, el trabajo de los comunistas en los sindicatos —contra la internacional sindical amarilla—, la participación en las elecciones, las 21 condiciones de ingreso a la Internacional. También reafirmó la posición de principios de la I Internacional: “La emancipación de los trabajadores no es, en ningún modo, una tarea local ni nacional; es una tarea social e internacional”, y la necesidad de la centralización del movimiento obrero a nivel mundial: “La Internacional comunista no ignora, de manera alguna, que para alcanzar la victoria, la Asociación Internacional de los Trabajadores, que combate por la abolición del capitalismo y la instauración del comunismo, debe tener una organización fuertemente centralizada”. Y, en su manifiesto final, declaró: “La Internacional Comunista es el partido de la insurrección del proletariado revolucionario mundial”.

El Tercer Congreso trazó la táctica para un nuevo período de reflujo ante las derrotas revolucionarias por gobiernos burgueses en manos de oportunistas socialdemócratas, social-traidores. Fue una táctica para consolidar posiciones ganadas en un repliegue ordenado del movimiento obrero internacional, centrada en cuestiones como la Internacional Sindical Roja, el trabajo en las cooperativas obreras, la Internacional de la Juventud, el Movimiento Femenino, la cuestión de Oriente; consiguiendo con ella, crecer a 60 secciones, tres millones de miembros y 700 periódicos.

En sus resoluciones, el Cuarto Congreso precisó el contenido de clase de las consignas “Frente Proletario único” y “Frente Antiimperialista único”; analizó los ciclos de crisis y expansión del capitalismo “que […] Hasta su muerte será presa de esas fluctuaciones cíclicas. Sólo la toma del poder por el proletariado y la revolución mundial socialista podrán salvar a la humanidad de esta catástrofe permanente provocada por la persistencia del capitalismo moderno”; y reafirmó la forma de Partido Mundial de la Internacional, en correspondencia con el carácter internacional del movimiento obrero y comunista, regido en su funcionamiento por el centralismo democrático y asimilando las experiencias: la beneficiosa del Partido Mundial que en buena medida fue la I Internacional, y la perjudicial de la II Internacional, basada en la federación de partidos nacionales. Sólo un Partido del proletariado mundial podrá hacer realidad la exigencia más profunda del internacionalismo: que no sólo la revolución en cada país sea puesta al servicio de la revolución mundial, sino que supedite sus intereses a los intereses y necesidades de la revolución mundial del proletariado.

El Quinto Congreso orientó la bolchevización de los partidos comunistas —el Partido Comunista de China fue ejemplo, en la práctica, de constantes y exitosas campañas de rectificación—, la depuración de la convivencia con tendencias y elementos oportunistas en los partidos comunistas, su organización en el centralismo democrático; su construcción, no para el parlamentarismo burgués sino para dirigir a los obreros en la revolución que liquide el capitalismo y conquiste el poder, por lo que los partidos comunistas deben ser construidos con base en los proletarios, en la fábrica principalmente y demás lugares de trabajo.

El Sexto Congreso —realizado en pleno ascenso del fascismo y el creciente peligro de una segunda guerra mundial— aprobó la “Campaña internacional contra la guerra imperialista y la defensa de la Unión Soviética”, estableciendo en el Programa:

El proletariado internacional, que tiene en Rusia su única patria, el bastión de sus conquistas y el factor esencial de su liberación internacional, debe contribuir al éxito de la edificación del socialismo en la URSS y defenderla con todos sus medios de los ataques de las potencias capitalistas.
Fue este un programa comunista íntegramente revolucionario, expresión superior de la experiencia histórica del proletariado, en el que en primera línea figura la lucha por la Dictadura del Proletariado, el Socialismo y el Comunismo mundial.

El Séptimo y último Congreso de la Internacional Comunista —fiel a la correcta política de Frente Único y las orientaciones para la formación de Frentes Populares, manteniendo la independencia de clase del movimiento obrero— orientó la política del Frente Unido Antifascista, política que llevó al heroico triunfo de la URSS sobre el fascismo y el nazismo; fue practicada victoriosamente en la Revolución de Nueva Democracia en China pero no en España, en cuya guerra civil, si bien se formó un Frente Popular, se perdió la independencia de clase en su dirección, dejándola en manos del republicanismo burgués, lo cual se constituyó en una de las causas de la derrota. La línea del VII Congreso se constituyó en cuestión de frontal divergencia entre los marxistas leninistas y el trotskismo internacional y, actualmente, divide y es motivo de discusión entre los marxistas leninistas maoístas.

Sobre la política de Frente Único y Frentes Populares, ya existían vacilaciones y el germen de una división en el seno de la III Internacional: por un lado estaba una línea de derecha que interpretó esas formulaciones como claudicación frente a la burguesía antifascista, implantación del reformismo y la conciliación de clases; de otro lado estaba la línea marxista leninista que pugnaba por conseguir los objetivos inmediatos del movimiento obrero —la derrota del fascismo— sin sacrificar los intereses vitales y últimos del movimiento. Tal lucha de líneas quedó velada en el VII Congreso que no condenó expresamente la tendencia de renunciar a la independencia de clase en el Frente; no delimitó claramente las fronteras entre marxismo y oportunismo en esa cuestión, tolerando el eclecticismo que al final favoreció una aplicación oportunista de la línea de la Internacional por parte de muchos partidos comunistas, y que degeneró francamente hacia la concepción browderista, según la cual la lucha contra el fascismo suprime la lucha de clases en cada país —renuncia a la lucha contra la burguesía antifascista— y considera al imperialismo antifascista como progresista, ocultando el carácter reaccionario y rapaz de todo imperialismo —sea o no fascista— desviando al movimiento obrero hacia la socialdemócrata conciliación de clases y la renuncia a la lucha anti-imperialista. Dos interpretaciones diametralmente opuestas sobre Frente Único y Frente Popular, donde los comunistas tenían unidad formal en la orientación, pero división real en su comprensión y aplicación práctica.
El llamado de la III Internacional en defensa de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas —URSS— ante la agresión imperialista fue correcto:

Esto no fue meramente cuestión de solidaridad hacia una víctima de la agresión, sino de la profunda convicción de que la defensa de la Unión Soviética era a la vez la defensa de la base de apoyo socialista para la revolución mundial(2).

2. Declaración del MRI 1984.

El Comité Ejecutivo no clarificó a fondo en el movimiento, el carácter de los compromisos de la URSS con Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, explicando que “Tales compromisos no requieren que los pueblos de los países del mundo capitalista hagan iguales compromisos en sus respectivos países”(3).


3. Palabras del Presidente Mao en 1946, citadas en la Declaración del MRI – 1984. 
 
Por su parte, la hipócrita política imperialista de “no intervención” en la Guerra Civil española, en realidad fue una mampara para convertir esa Guerra Civil en el preámbulo de la Segunda Guerra Mundial imperialista; tal política no fue aprehendida en esa dimensión por el Comité Ejecutivo de la III Internacional, por lo cual, la magnífica campaña de la Internacional —de denuncia a las violaciones imperialistas de la “neutralidad”; en contra de los suministros de armas a los fascistas; por la solidaridad y ayuda a los republicanos con alimentos, medicamentos y armas principalmente por parte de la URSS; de movilización e instrucción de voluntarios antifascistas organizados en las Brigadas Internacionales con 35.000 combatientes procedentes de 54 países— militarmente fue extremadamente débil ante la intervención de un ejército de 300.000 soldados y oficiales fascistas desde Italia y Alemania.

En un balance general, la Declaración del MRI en 1984, señaló correctamente tres desviaciones que se presentaron en el seno de la III Internacional:

Primero, la distinción entre el fascismo y la democracia burguesa en los países imperialistas… tendió a hacer un absoluto de la diferencia entre estas dos formas de la dictadura burguesa y también a hacer de la lucha contra el fascismo una etapa estratégica aparte. Segundo, se desarrolló una tesis que sostenía que la creciente pauperización del proletariado crearía la base material para remediar la división de la clase obrera en los países avanzados… Tercero, cuando el fascismo se definió como el régimen del sector más reaccionario de la burguesía monopolista en los países imperialistas, esto le dejó la puerta abierta a la peligrosa tendencia reformista y pacifista de identificar a un sector de la burguesía monopolista como progresista […]

También fue correcta su valoración general:

Mientras es necesario hacer el balance de estos errores y aprender de ellos, es igualmente necesario reconocer a la Internacional Comunista, inclusive durante este período, como parte del patrimonio de la lucha revolucionaria por el comunismo y rechazar los intentos liquidacionistas y trotskistas de aprovechar los errores reales para sacar conclusiones reaccionarias(4).

4. Declaración del MRI 1984.

El 22 de mayo de 1943, por Resolución del Presídium del Comité Ejecutivo —no por una imposición de Stalin como lo presenta el oportunismo trotskista—, la III Internacional fue disuelta, en una medida circunstancial por las nuevas condiciones creadas por la guerra, para facilitar un frente común contra el fascismo y defender la Patria Socialista. Sin embargo, la III Internacional estaba ya dividida en lucha entre la línea marxista leninista y las tendencias oportunistas de derecha.

La causa objetiva de las vacilaciones, de la tendencia a conciliar con la burguesía y el imperialismo —manifiestas desde del VII Congreso— estaba en la situación mundial de la época: la guerra que preparaban los imperialistas era “una guerra injusta, reaccionaria, imperialista”, pero además, como aclaró Stalin:

La Segunda Guerra Mundial contra los Estados del Eje, a diferencia de la primera, tomó desde un principio el carácter de una guerra antifascista y liberadora, uno de cuyos objetivos era el restablecimiento de las libertades democráticas. La Entrada de la Unión Soviética en la guerra contra las potencias del Eje no podía sino reforzar, y de hecho reforzó, el carácter antifascista y liberador de la Segunda Guerra Mundial.

Esta dualidad del carácter de la guerra fue la base material para el surgimiento del oportunismo de derecha que, en su versión extrema, llegó hasta el browderismo.

La principal causa subjetiva de la persistencia y posterior afianzamiento del oportunismo de derecha y su evolución hacia el revisionismo, estaba en la incomprensión de la dialéctica de la lucha de líneas en el seno del Movimiento Comunista Internacional. En el VII Congreso se derrotó formalmente, las tendencias de derecha, en el terreno organizativo, pero no en el terreno ideológico. La resolución de disolución, por las circunstancias de la Segunda Guerra Mundial, donde muchos partidos comunistas fueron diezmados por la reacción, no contó con unas condiciones favorables para llevar la lucha de dos líneas hasta el fondo, hasta la delimitación exacta de fronteras entre los oportunistas de derecha —nacionalistas partidarios de la liquidación completa de la Internacional— y los internacionalistas, para quienes era aceptable una disolución temporal pero no una liquidación de este vital instrumento de lucha que materializaba el internacionalismo proletario.

Puesto que para el oportunismo era insostenible un partido mundial del proletariado bajo una dirección marxista(5), se impuso en el Movimiento Comunista Internacional, en cuanto a la forma organizativa de su unidad internacional, el nacionalismo burgués, esto lo confirma la decisión del Presídium del Comité Ejecutivo:

5. En el extinto MRI, fue manifiesta la oposición al carácter de Partido Mundial que debe tener una Internacional que de veras marche a la vanguardia de la Revolución Proletaria Mundial. El Partido Comunista de la India (ML) Naxalbari —antes de unificarse con el Partido Comunista de la India (Maoísta)— lo expresó con claridad, y de paso evidenció que la denominación “nuevo tipo” referida a la Internacional, es ecléctica. Dice así: “El comité [del MRI] se concibió como un centro político embrionario. Esto se ajustó al objetivo declarado de trabajar hacia la formación de una Internacional de nuevo tipo. La denominación “nuevo tipo” fue incorporada precisamente para distanciar esta futura Internacional de la concepción del Comintern de ser “el partido del proletariado mundial”. Apéndice 2 de la Revista Naxalbari No. 4 “Sobre la situación actual del movimiento revolucionario internacionalista y el desafío de reagrupar a los partidos maoístas a nivel internacional” – Agosto 2010. http://granmarchahaciaelcomunismo.wordpress.com/2013/08/07/contra-el-avakianismo-informe-del-pc-de-la-india-m-l-naxalbari-sobre-la-situacion-actual-del-mri-y-el-desafio-de-agrupar-a-los-partidos-maoistas-a-nivel-internacional-agosto-2010/ 
 
La forma orgánica de asociación de los obreros, elegida por el I Congreso de la Internacional Comunista, que respondía a las necesidades del período inicial de renacimiento del movimiento obrero, ha ido caducando cada vez más, a medida que crece ese movimiento y se complican sus tareas en los diferentes países, hasta convertirse en estorbo para una consolidación mayor de los partidos obreros. 

La disolución de la III Internacional quedó en apariencia como producto sólo de las duras circunstancias; el argumento de facilitar la unidad de las fuerzas antifascistas en los hechos no facilitó tal unidad pero sí debilitó la unidad internacional del proletariado. La alianza de las fuerzas antifascistas no era incorrecta, lo incorrecto fue hacerla a costa de perder la independencia del movimiento obrero, liquidando definitivamente su organización internacional. La forma de disolver la III Internacional fue impuesta, imprevista e incorrecta; lo correcto hubiera sido disolverla temporalmente por las condiciones de fuerza impuestas por la guerra, o definitivamente por la imposibilidad de convivir en una misma organización con el oportunismo nacionalista o que los revolucionarios internacionalistas se retiraran —como lo hicieron los bolcheviques en la II Internacional cuando entró en bancarrota por el predominio del oportunismo socialchovinista— pero sin sacrificar la necesidad de la organización internacional del Movimiento Obrero y Comunista, como en efecto ocurrió desde entonces, y peor aún, acogiendo “la autonomía” de los partidos contra la dirección centralizada con argumentos como:

El ascenso nacional y la movilización de las masas con vistas a la rápida victoria sobre el enemigo pueden realizarse de modo mejor y más fructífero con los esfuerzos de la vanguardia del movimiento obrero de cada país en el marco de su propio Estado(6).

6. Revista La Internacional Comunista – 1943, No. 5 y 6.

Argumentos que años después fueron explanados más abiertamente por dirigentes de la Internacional:

El crecimiento de los partidos comunistas, la necesidad de resolver rápida y operativamente los problemas concretos de la actividad antifascista y la altura del papel de los comunistas en la lucha por los intereses de toda la nación, exigían mucho más que antes que los partidos fueran autónomos y dinámicos, que renunciaran a las formas de dirección desde un centro único, por haberse convertido en un obstáculo para su desarrollo(7).


7. Así se lee en el Compendio de historia de la Internacional Comunista preparado por el Instituto de Marxismo-Leninismo anexo al CC del PCUS, con participación y ayuda de dirigentes de la IC o colaboradores de sus instituciones y órganos de prensa: WALTER ULBRICHT, DOLORES IBARRURI, JACQUES DUCLOS, TIM BUCK, HALED BAGDACHE, VICTORIO CODOVILLA, GEORGES COGNIOT, INKERI LEHTINEN, BORIS PONOMARIOV, PALME DUTT, DEZSO NEMES, FRIEDL FURNBERG, EMILIO SERENI, RUBEN AVRAMOV, ANDREW ROTHSTEIN, y que fue publicado, al parecer, en los años 60 por Editorial Progreso de Moscú, sobre lo cual es necesario expresar reserva respecto a la veracidad de esta fuente, dada la dirección revisionista de la Editorial.

Los aciertos de la Internacional Comunista pesan más que sus errores y los marxistas leninistas maoístas —tal como lo hicieron sus antecesores en los años 60 y 80 del siglo XX— reconocen su historia y sus innegables aportes al avance de la Revolución Proletaria Mundial. La experiencia de la III Internacional es un invaluable patrimonio del Movimiento Obrero y Comunista Internacional y por tanto los marxistas leninistas maoístas rechazan todo intento de aprovechar sus errores, para negar y renegar abierta y soterradamente de la Internacional Comunista.

El Partido Comunista de China(8) cumplió sus deberes internacionalistas destacándose la gran lucha que encabezó contra el revisionismo jrushchovista, en realidad la continuación y desarrollo de la lucha de dos líneas que había despuntado ya en el ocaso de la III Internacional; lucha de dos líneas desarrollada con acierto y coronada con la Proposición Acerca de la Línea General para el Movimiento Comunista Internacional, más conocida como La Carta de los 25 Puntos, pero que a pesar de ser antecedida por Declaraciones votadas en las Conferencias de Moscú de 1957 y 1960, La Carta de los 25 Puntos es sustentada exclusivamente por el Partido Comunista de China, y no condujo inmediatamente a un reagrupamiento internacional de los Partidos Marxistas Leninistas. Había calado hondo la idea de dar prioridad a la “autonomía” de los Partidos sobre su centralización internacional. El juicio del MRI en su Declaración denota también la lucha de dos líneas frente al problema de la centralización, de una parte afirma correctamente:


8. El citado Compendio de historia de la Internacional Comunista, dice que frente al apoyo de los partidos a la propuesta de disolución de la IC, la única excepción fue una Declaración del CC del Partido Comunista de China, citando en una nota la Revista La Internacional Comunista – 1943, No. 5 y 6 pág. 23.

Mientras que el PCCh prestó gran atención al desarrollo de partidos marxista-leninista-maoístas en oposición a los revisionistas, no encontró las formas ni los modos necesarios para desarrollar la unidad internacional de los comunistas. A pesar de las contribuciones a la unidad ideológica y política, esto no se reflejó en esfuerzos por construir la unidad organizativa a escala mundial.
De otra parte, en el texto que sigue de esa misma Declaración:

El PCCh tenía una concepción exagerada de los aspectos negativos de la Comintern, principalmente de los que fueron causados por la demasiada centralización, lo que llevó a aplastar la iniciativa y la independencia de los partidos comunistas constituyentes. Aunque el PCCh criticó correctamente el concepto de partido padre, señalando la influencia nociva que había tenido en el seno del movimiento comunista internacional y enfatizando los principios de relaciones fraternales entre partidos, la falta de un foro organizado para debatir opiniones y llegar a una concepción común no ayudó a resolver este problema sino que de hecho lo exacerbó. El MRI equivocadamente avaló la idea oportunista contraria a la completa y máxima centralización de la organización internacional comunista, cuya forma debe ser la de un Partido mundial del proletariado y no una Federación mundial de partidos proletarios.

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